Dice el diccionario que un barómetro es una cosa que se considera índice o medida de un determinado proceso o estado. Pues bien, les voy a contar un secreto. Mi barómetro es la lectura, y es de doble efecto.
Cuando estoy feliz, contento o tengo paz en mi interior, leo con placer, leo mucho y metiéndome en las historias, en los sentimientos o en las ideas que esperan dentro de las páginas silentes de los libros.
También se produce el camino inverso, pues no sólo leo cuando estoy bien. En ocasiones gracias a la lectura escapo de mis depresiones, tristezas, rutinas o aburrimientos. Salgo de mí y me introduzco en los mundos ficticios o reales que otros crearon y estamparon en forma de palabras.
Son bastantes los libros que pruebo, algunos de ellos los devoro, pero pocos son los que mastico y digiero. Esto último no se produce nunca cuando estoy mal. Pero cuando pasa es como una pequeña explosión de alegría intelectual. Algunas de esas lecturas me han descubierto el sentido de muchas cosas o me han hecho comprender a las personas; otras han quedado ocultas y se recuerdan días, o meses después, adornando una conversación, ayudando a relacionar cosas o ideas lejanas, invitando a leer otros libros, a viajar; casi todas me han contado algo nuevo. Unas pocas, las lecturas más persistentes, me han acompañado todos estos años y se han convertido en relecturas. Todas han contribuido, con su impalpable goteo, a ser quien soy.
Y esas experiencias, esas vidas ajenas que me permiten vivir los libros, me alimentan y dan fuerza, salvan una tarde, una semana..., ayudan siempre..., pero no, ellas solas no pueden salvar ni dar sentido a una vida. La realidad está ahí fuera acechando con la escasez, el azar, el paso del tiempo, uno mismo, los demás y otras amenazas irremediables. Pero uno afronta todo mejor cuando tiene el arsenal adecuado, y la lectura, en fin, es un arma irremplazable. Leer no me sirve más que para vivir mejor, para sacarle un poco más de placer a la vida. Si no, no me sirve para nada.
Por eso, la semana que no saco horas para leer, cuando no leo asiduamente y con deleite, es que hace mal tiempo en mi interior. Ese es mi barómetro, mi indicador de bienestar. Ya lo saben ustedes, soy así de rarito. Y para los curiosos mirones de mi biblioteca, dejo esta fotografía para que puedan echar un vistazo. Aquí paso las horas.
Ya somos dos, Antipático ;)
ResponderEliminarAunque en mi caso, lo que te sucede también me pasa con la escritura, mi gran refugio para los momentos de desánimo, obviamente, en sentido inverso: cuanto peor me encuentro, más escribo.
Un abrazo
Jose
Una maravillosa forma de conectar con el pequeño gran universo del ser humano.
ResponderEliminarA veces, ese contacto en la lejanía con los demás nos empuja y satisface tanto que, desde luego, es como para no perdérselo...Y encima ¡algunos de los otros lectores, también escribís! ¡Pues vaya envidia que me dais!
Un besote de lectora agradecida, C.
El problema de los lectores hoy en día es que nos quieren expulsar de nuestro paraíso, con eso del libro electrónico y demás zarandajas. Esos comerciantes conseguirán hacerse con el mercado, me temo. Hoy están desesperados por acaparar "los contenidos", para poder rellenar su producto ¿vacío? Pero los lectores de toda la vida somos legión, y sólo de entre esa tropa salen los escritores que producen esos contenidos tan codiciados. Encontrarán mucha resistencia.
ResponderEliminarmi estado de ánimo poco influye en si leo o no. más bien necesito tener la mente clara y abierta a lo que le venga. durante el "curso escolar" ni siquiera me planteo coger un libro, simplemente voy apilando y comprando para cuando llegue mi ansiado verano, en el que puedo "devorar" todos los que caigan en mis manos. tanto en el porche al caer la tarde, como con el verde y el mar a mi alrededor, puedo pasar horas y horas.... eso sí, lo que no dejo de hacer durante todo el año es visitar las librerías... viviría allí, todos esos libros apilados, nuevos, por descubrir, ese olor a papel....
ResponderEliminartambién soy lectora de "toda la vida" y lo del libro ese electrónico, o el periódico en internet... me parece un horror. que será de mis mañanas sin oir el ruido del periódico contra el suelo? y salir en pijama todavía, descalza, con sol, lluvia o nieve y recogerlo para que acompañe mi desayuno?
Me encanta cuando hablas en primera persona, no sé, es como sentirme un poco "okupa". Te hace cercano y yo te siento así, aun sabiendo que estoy muy muy lejos de poder entenderte...
ResponderEliminarEs un placer leerte...
Un beso para ti y para mi querida Abril...
Gracias Marisa. Sí, me temo que hablo mucho en primera persona, pero ya estaba decidido así desde el primer día en que le puse este nombre a mi blog.
ResponderEliminarEn cualquier caso no creo que estés muy lejos de entenderme, porque no hay mucho más que entender. Lo que ves -lo que lees- es lo que hay.
La pasión por la lectura se suele aprender en la infancia y nos acompaña siempre. Muchos niños comienzan a amar la lectura por imitación de los adultos que tienen cerca y otros porque descubren un refugio en ella donde evadirse de alguna circunstancia que les hace sufrir. Lo cierto es que se convierte en un hábito que nos acompaña para siempre... Las emociones que experimentamos a lo largo de la vida, sean buenas o malas, quedan almacenadas para siempre en nuestro cerebro emocional, que es como una especie de grabadora, listas para reaparecer a nivel inconsciente cuando menos lo esperamos. Posiblemente ese impulso que te hace leer o no leer, responde a otras emociones que experimentaste en el pasado ligadas a la lectura... Saludos. P.
ResponderEliminar....me encnat tu biblioteca y tu amor por los libros.....Besos Berta
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