Hoy he visto por la calle un hombre con una pata de palo. He de reconocer que hace tiempo que no veía ninguna, supongo que por los avances de la cirugía y de las prótesis. El hecho es que la pata de palo (hoy sería una pierna ortopédica) ha sido para mí una metáfora de las dificultades que a todos nos toca llevar a cuestas en esta vida.
Como decía Robert Walser «¿Qué persona honrada no ha estado desvalida nunca en su vida, y qué ser humano ha mantenido por completo intactos a lo largo de los años sus esperanzas, planes, sueños? ¿Dónde está el alma cuyos anhelos, osados deseos, dulces y elevadas concepciones de la felicidad se cumplieron, sin tener que hacer descuentos en ellas?». Mejor es no derrochar palabras a este respecto, porque todos tenemos una pata de palo: si no es nuestro padre, es nuestro hijo, el marido o la mujer, el jefe, el trabajo, el negocio, el dinero, la salud; si no es nuestro mal carácter es que somos demasiado buenos... La realidad siempre opone resistencias a nuestros deseos que, por el contrario, no suelen ponerse límites. Y todos los hombres, por supuesto, hemos vivido en épocas terribles.
Ha habido muchos personajes que han tenido pata de palo, han triunfado en la vida y nos han dado ejemplo de estoicismo. Y no hablo de personajes literarios o de ficción, sino de personajes históricos que existieron en la realidad. Unos fueron navegantes, como François Leclerc (~1554), Cornelius Jol, (1597-1641), que fue navegante y almirante de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, o Blas de Lezo (1687-1741), almirante español; otros fueron políticos, como Peter Stuyvesant (1612-1672), holandés, director general de Nueva Ámsterdam, o el Gobernador Morris (1752-1816), político americano; también hubo militares, como Józef Sowiński (1777–1831), general polaco del siglo XIX; y no faltaron los artistas, como Clayton Bates conocido como Pata de palo Bates (1907-1998), bailarín afro americano amputado, o Pata de palo Sam, (Arthur Jackson) (1911-1977), músico de blues americano. También ha habido deportistas famosos que han batido records.
Pero hoy me gustaría hablar de “La Divina Sarah”, como llamaban a Sarah Bernhartd, (1844-1923). Fue la más conocida actriz de finales delo siglo XIX y principios del XX, agasajada y alabada por todo el mundo. Trabajó en innumerables proyectos teatrales demostrando un carácter perseverante, una gran profesionalidad y dedicación a su arte. Pero en el cenit de su carrera, tuvo un problema en la rodilla de su pierna derecha, la misma que se había fracturado de niña y que le provocaba dolores insoportables y molestias constantes.
Fue en el año 1914, durante una de sus interpretaciones de la obra dramática Tosca, la misma que Puccini hizo triunfar en el género operístico. En la última escena, cuando la heroína se lanza desde un barranco, no se tomaron las medidas de seguridad pertinentes. Sarah se lanzó, y se hirió la pierna. Fue empeorando hasta que no hubo otro remedio que amputar en febrero de 1915. Una vez recuperada de la amputación y ya empezada la Primer Guerra Mundial, la actriz decidió hacer una gira tras las trincheras francesas haciendo actuaciones para animar a las tropas. Organizó varias giras con su compañía y recorrió toda Francia. Aun con la pierna amputada, Sarah Bernhardt siguió actuando. Recitaba monólogos, poemas o representaba actos famosos de su repertorio de obras en las que no debía estar de pie. Siguió también participando en películas tras la guerra, y murió con las botas puestas, casi en el mismo escenario. La sofisticada, la glamourosa, la archifamosa, la divina, la extravagante, la bella y la sublime, la más conocida y reconocida actriz que ha habido nunca en el mundo del teatro, también tuvo una pata de palo.
Eduardo Galeano, le ha dedicado estas palabras: “A principios de los años veinte, al cabo de más de medio siglo de monarquía absoluta, ella seguía reinando en los teatros de París y programando giras de nunca acabar. Ya rondaba los ochenta años, estaba tan flaca que ni sombra hacía y los cirujanos le habían cortado una pierna: Todo París lo sabía. Pero todo París creía que esa muchacha irresistible, que arrancaba suspiros a su paso, estaba representando estupendamente a una pobre anciana mutilada.”
Siempre hay algo que nos produce dolor, de lo que podemos quejarnos. Pero ya lo ven, no debemos afligirnos por las desgracias. No nos hacen diferentes a los demás, lo que nos hace únicos es la manera que tenemos de vivir con ellas. Un buen ejemplo es Clayton Bates, que con su pata de palo bailaba de maravilla.