Nuestro encuentro con aquella librería fue accidental y se produjo hace cinco años. Acabábamos de empezar en un nuevo trabajo y nuestra oficina estaba al lado de la sede del Instituto Italiano de Cultura, en la calle Mayor de Madrid. Allí había un café, llamado “Caffè letterario”, al que empezamos a ir allí porque se servía un buen capuchino. Lo mejor de aquel sitio era que antes de llegar al café había que atravesar la librería (su nombre era kilate, pero no aparecía por ningún sitio). Luego cambiaron la distribución y la librería pasó a un segundo plano, situándola detrás del café. Aquello fue una premonición de lo que luego pasaría.
Sólo tenían libros sobre Italia y sobre arte y literatura italianos. Gran parte de los libros estaban en ese idioma, pero la selección de traducciones también era notable. Daba gusto pasearse entre las mesas, llenas de libros gustosos.
Elena Martínez era la dueña de la librería, y merece que se la denomine “La Librera”, con mayúsculas, porque pertenece a una casta llamada a la desaparición. Siempre nos asesoraba con interés, pues no podía ocultar la pasión por su oficio y por la literatura, y nos recomendaba libros con acierto, porque lo había leído todo y de todos los italianos conocía. Daba igual que fueran clásicos o modernos, o guías para los viajes que hemos hecho desde que la conocemos a Roma y a Venecia.
Cuando la fuimos conociendo (sobre todo gracias a Abril, porque lo de antipático no me viene porque sí), nos enteramos de que era una de las mejores traductoras al italiano que hay en España, que le gustaba cocinar, que su hija era dibujante e ilustraba libros, que tenía problemas con el Instituto y muchas cosas más. Siempre nos trató con cariño. No puedo enumerar todas las lecturas que nos ha regalado durante estos años (de Carlo Cassola, Luigi Pirandello, Dino Buzzati, Giovanni Verga, Natalia Ginzburg...) aunque me gustaría recordar dos cosas en especial.
Cuando la fuimos conociendo (sobre todo gracias a Abril, porque lo de antipático no me viene porque sí), nos enteramos de que era una de las mejores traductoras al italiano que hay en España, que le gustaba cocinar, que su hija era dibujante e ilustraba libros, que tenía problemas con el Instituto y muchas cosas más. Siempre nos trató con cariño. No puedo enumerar todas las lecturas que nos ha regalado durante estos años (de Carlo Cassola, Luigi Pirandello, Dino Buzzati, Giovanni Verga, Natalia Ginzburg...) aunque me gustaría recordar dos cosas en especial.
La primera, es la recomendación que nos hizo del libro Hace mil años que estoy aquí, de Mariolina Venezia, un libro que había traducido Elena. La primera que lo leyó fue Abril. Tanto le gustó que compró docenas de ejemplares para regalárselos a sus amigos. Yo no había leído aún el libro cuando un día, en que los dolores de la enfermedad de Abril y la desesperación parecían poder hundirla, me dijo:
- ¿Por qué no me lees ese libro?
Me puse a leerlo en voz alta. A medida que leía, los dos nos sumergimos totalmente en la historia de aquella familia italiana, profundamente emocionados, tristes y alegres. Pasamos aquellas horas amargas muy lejos de allí, en la Italia de hace cien años, con aquellos personajes, más vivos para nosotros en ese momento que muchas personas reales. Esos personajes también estaban llenos de privaciones y angustias que nos hicieron olvidar las nuestras y nos trajeron un enorme consuelo. En esto consiste el milagro de la literatura.
Cuando le conté agradecido a Elena lo que había pasado y le pedí que me consiguiera un libro dedicado por la autora, a la que conocía personalmente, sé que se desvivió por conseguirlo. Pero Mariolina Venezia, además de una magnífica escritora también es una persona difícil. No tuvo éxito a pesar de su afán. Yo se lo agradezco igual porque, pensándolo bien, lo mejor es no acordarse mucho de las personas complicadas.
El segundo recuerdo que conservaré es otra recomendación suya: El librero de Selinunte de Roberto Vecchioni, escritor, cantautor y profesor italiano que nació en el 43. El libro cuenta la historia de un extraño librero, solitario, sabio y sublime, que llega a la preciosa ciudad siciliana y abre allí una librería. Nadie compra sus libros pero él se dedica a leerlos en voz alta sin nadie que le escuche, salvo un niño de 13 años, que es el fascinado narrador de la historia. El librero es ignorado y vilipendiado en la localidad, y finalmente la librería es devorada por un incendio en el que misteriosamente desaparece el librero.
Hablando sobre el libro, Elena me regaló un disco del autor. Conservo ambas cosas con cariño.
La librería de Elena ha liquidado en los últimos meses del 2009, vendiendo sus existencias a precios de saldo. En este caso no ha sido un incendio ni la ignorancia de sus vecinos la que ha hecho desaparecer otra librería en Madrid, una más... Lo más grave es que ha sido una institución “cultural” la que ha decidido cerrarla, sin ninguna explicación, para lo cual no ha tenido empacho en presionar a la más débil.
Se ha creado otro agujero más en esta ciudad y esta vez no es por culpa de las obras del alcalde. Lo peor de todo es que vamos a echar de menos a Elena. Ella no sabe qué hará a partir de ahora, pero yo espero que no desaparezca misteriosamente como el librero de Selinunte.
El día que llegaste a casa y me dijiste que "echaban a Elena y cerraba su libreria", volví a tener esa sensación que nace cuando sientes que ya nada será igual...en mi caso volver al trabajo, pues mi refugio era acudir a tomar un café y ese "lujo" de ver libros como antesala al propio café...luego el capuchino era tan rico y si iba sóla había revistas antiguas de Gastronomía Italiana donde fijar la mirada unos minutos y de vuelta a la oficina...y LO PEOR no contar con su presencia. Con los años nos hicimos amigas y me encantaba ir a verla y aunque KILATE su libreria tiene una página web, no sé cómo podré
ResponderEliminarrecuperarla...y LO MAS TRISTE es que nuestra ciudad pierde una libreria con encanto, con una fuerza y personalidad únicas, un TESORO...
Sin "Hace mil años que estoy aquí" aquellos meses de 2008 no hubieran sido lo mismo, quizás sería buena idea que a falta de poder concentrarme en lecturas nuevas, me leyeras el voz alta de nuevo los capitulos de aquella historia...
Gracias por recordarme de este modo que poder vivir es una "fortuna" que hago nuestra, pues en estos últimos cinco años conocer a Elena Martinez,su Café Literario y su libreia Kilate ha sido una de las suertes que nos ofrecido la vida, L.
...Abril.....me regaló a mí el libro de Mariolina Venezia...que me encantó ...lo reservé para leer en Sancti Petri.....y lo conservo con mucho cariño...buscaré el libro del librero...siempre me encantantus recomendaciones literarias...¡¡¡ anoche disfrutamos mucho.... lo hemos comentando esta mañana en el desayuno....¡¡¡¡¡....Un abrazo Berta...
ResponderEliminarQue pena lo de la librería...
Por lo que cuentas, era una de esas librerías que no debería faltar en ningún pueblo o ciudad. No puedes imaginarte cuántas veces las he echado de menos aún sin conocer ninguna.
ResponderEliminarTiene que ser un verdadero lujo poder disfrutar de un espacio así y una persona como Elena, de esas que viven su trabajo de verdad, y que comparten su pasión asesorando y volcando sus conocimientos para que los demás puedan también disfrutar de sus descubrimientos.
Me parece muy triste que tenga que desaparecer algo que merece realmente la pena. Las librerías suelen ser en general sólo tiendas de libros, y los "vendedores" los presentan de la misma forma anodina a como podrían ofrecer paraguas o bolsas de aspirador...
Ojalá tenga suerte y pueda continuar con su buen hacer en otro lugar. Todo el mundo ganaría con su éxito.
Para colmo, hoy me entero que en el mes de noviembre de 2009, también ha cerrado "El bandido doblemente armado", la librería café de Soledad Puertolas.
ResponderEliminarUna buena noticia para compensar. Elena me comenta que Italia es infinitamente BELLA y que ella seguirá sumergiéndose en BELLEZZA y
salpicando a todo el que le apetezca! "Os contaré las formas muy pronto...
Nadie puede destruir la esencia que no alcanza, y como yo tengo esencia
anormal... Hay librera para aburrir!"
¡Que así sea!
Desde aquí espero que Elena salpique fuerte, muy fuerte...me alegran tanto esa "anormalidad" por lo BELLO...
ResponderEliminarUn abarzo enorme, querida Elena Martinez