jueves, 6 de diciembre de 2012

NUEVO BLOG: ESTRATEGIA DEL SOMBRERO

Para los que quieran seguir leyéndome, he abierto un nuevo blog. Espero que les guste. Se llama estrategia del sombrero.

martes, 24 de enero de 2012

ÚLTIMAS PALABRAS


Empecé a leer en mi adolescencia para huir de la soledad a que me había conducido mi timidez. Me puse a escribir porque necesitaba expresar lo que sentía y no he parado en todos estos años. Nunca he sabido transmitir de otra manera mis sentimientos sino a través de las palabras. También escribí cartas y las sigo escribiendo. Con ellas enamoré a Abril.

Cuando conocí a Abril descubrí que era fantástica. Desarmó mi egoísmo con su generosidad. Su alegría y vitalidad ahuyentaron los temores con que yo afrontaba la vida. Me dio una seguridad que desconocía. Me enseñó que amar es la única forma de alcanzar la felicidad y el conocimiento. Con ella descubrí que la infancia es una inmensa reserva de sentimientos que nunca nos abandonan y también que uno sólo tiene aquello que da. Tuvimos dos hijas buenísimas que son una dicha constante, a las que quiero con toda mi alma. He pasado los últimos veintiocho años de mi vida con ella. Una vez ella me dijo: "creo que he hecho una buena labor contigo". La verdad es que me transformó en un hombre nuevo, pero ahora, que ella se ha ido, me siento un hombre viejo, pero lleno de gratitud.

Abrí este blog para escribir palabras para Abril, con ocasión de una de sus recaídas del cáncer que padecía desde hacía tiempo. El año anterior ella había abierto un blog, Un abril encantado, con el que había conectado con cientos de visitantes y amigos. Escribí espoleado por su éxito, pero sobre todo para que ella conociera mis pensamientos y sentimientos y para que me sintiera más cerca de ella; escribí para que supiera lo que yo hacía y leía encerrado en mi torreón, refugio que ella siempre respetó; escribí para que se olvidara, aunque solo fuera por un momento, de sus dolores y sufrimientos; escribí para animarla en su lucha denodada con la enfermedad, aunque en realidad ella era la que nos daba fuerza a todos; escribí porque la amaba y necesitaba decírselo y no quería perderla; escribí bien y mal, triste y alegre, despacio y apresuradamente; escribí desesperado y lleno de ilusión. En los últimos meses, las palabras dejaron de ser útiles, cuando su enfermedad avanzaba y la vencía. Dejé de escribir, salí de mi torreón y permanecí en silencio junto a ella, durante muchas horas al día de muchas semanas. Pero ni todas mis palabras ni todos mis silencios bastaron para salvarla.

Si yo fuera una persona religiosa, me consolaría en la esperanza de que nos espera una vida mejor tras la muerte, pero sólo creo en lo que hay antes de ella, eso que llamamos vida. Si yo fuera filósofo encontraría la sabiduría que me permitiera vivir sin temores, aceptando los infortunios como un estoico, pero soy más bien hedonista y creo en los placeres, en el amor y en la amistad. Si yo fuera nacionalista, existencialista, vegetariano, nihilista, indignado, resignado, ecologista, rico, comunista, artista..., o qué sé yo, quizá encontraría en tales creencias, posturas o vocaciones, explicación a este mundo injusto y extraño. Pero para mí nada de todo eso da sentido al sufrimiento, ni a los golpes que nos atizan la vida y el azar. Como dijo Cervantes, la fortuna es una vieja borracha y medio ciega que no sabe lo que hace.

Me siento como si me hubiera perdido en un bosque oscuro y tuviera recorrer solo el camino de vuelta a casa, porque la vida seguirá exigiéndome. Pero de una cosa estoy seguro, seguiré buscando la felicidad, porque he vivido un gran amor, y desde ese hermoso recuerdo y con el cariño de nuestras hijas encontraré mi dios, mi sabiduría y mi hogar. Deséenme suerte, amigos.

Ella, al final me miró con sus ojos llenos de amor, sonriendo y me dijo: “a ti no tengo que decirte nada”. Tenía razón, ya no son necesarias más palabras. Por eso, el acordeón no volverá a sonar en esta fiesta, pues con esta entrada (más bien salida) doy fin a esta bitácora. Si con ella en estos dos años no logré cuanto pretendía, al menos me ayudó a entretener mis desdichas. Solo me resta agradecer de todo corazón su compañía, amigos, siempre satisfactoria. También quisiera en nombre de Abril dar las gracias a quienes la visitaron en Un abril encantado, por sus mensajes, correos y comentarios. Para ella supusieron una gran ayuda. Gracias y hasta siempre.