Esta semana estoy visitando Praga, en abril y con Abril. Aquí estamos disfrutando durante unos días de la belleza de la ciudad y de la indulgencia de su clima, por lo general bastante más severo. No les voy a contar todos los placeres que estamos teniendo ocasión de disfrutar. Son muchos. Sólo les digo que estas líneas las estoy escribiendo desde mi habitación del hotel, situado en la falda del Castillo, divisando todos los tejados, torres y cúpulas de la ciudad y oyendo tañer las campanas de sus iglesias.
No voy a contarles más que nuestra visita al Palacio de la familia Lobkovitch, que fue una de las más poderosas de Praga durante siglos. Emparentados con los Habsburgo y los Borbones, estuvieron siempre de parte de los emperadores católicos y, tras la caída del Impero Austro-Húngaro, se pusieron a favor de la republica Checoslovaca. Pero los nazis, en la segunda guerra mundial, les desposeyeron de todos sus palacios, castillos, industrias y propiedades. Nada más acabada la guerra las recuperaron, pero solo para que, tres años más tarde, en 1948, los comunistas las nacionalizaran de nuevo. La familia vivió exiliada durante décadas. Su patrimonio y su antigua vida se fueron convirtiendo en vagos recuerdos de infancia de alguno de los supervivientes de la dinastía. Cuando habían renunciado a recuperar nada, se encontraron con que la caída del muro de Berlín, la Revolución de Terciopelo y Vaklv Havel, les devolvieron todo lo que había sido suyo, también sus impresionantes colecciones de arte y sus joyas, que estos mecenas habían acumulado durante siglos.
Una de esas maravillas es el Palacio Lobkovitch, situado dentro del recinto del Castillo de Praga, que hemos visitado (¡ese Brueghel!, los grabados de Piranesi…). Alli hay una sala llena de instrumentos musicales y partituras manuscritas de algunos de los músicos más grandes de la historia (Gluck, Haydn, Mozart, Beethoven…), que compusieron obras para ellos o estuvieron trabajando en su corte (Beethoven les dedicó tres de sus sinfonías). Ellos eran grandes melómanos.
Y qué mejor sitio, hemos pensado, para ir a una matinée musical. Un pequeño grupo de cámara tocó obras muy variadas, alegres, románticas, graves o nostálgicas. La mayoría de compositores checos. Y allí, en un salón barroco con frescos en el techo y con los antepasados de la familia como testigos, escuchando música, he sentido muchas cosas. Alegría por estar aquí con Abril; placer por poder disfrutar de tanta belleza; he sentido cuánto ha costado llegar hasta aquí, después de sufrir mucho, y lo maravillosa que es la vida y poder seguir en la lucha; también me he sentido orgulloso pensando en los Lobkovitch, que recuperaron lo que creían irremisiblemente perdido y que siguen luchando por lo que aman, puesto que, al igual que ellos, nosotros también podemos decir: "¡Henos aquí, disfrutando de una hora de música!"
¡Qué gusto oírte contar todo lo veis y oís!
ResponderEliminarDisfrutad muchísimo de la música y de TOOOOODO lo demás. Felicidades para los Lobkovitch y, por supuesto, para esa gran "pareja de dos" que hacéis...
Un beso enorme desde aquí, C.
Es una alegría leer esta entrada, saber que estáis los dos allí..qué alegría!!!
ResponderEliminarPor favor, envíale un beso a Abril de mi parte.
Conocí Praga hace mucho tiempo ya; era primavera también, y en ese otoño se produjo la revolución de terciopelo.. Pero siempre he soñado con volver,
y no lo he conseguido..:)
Abrazos a los dos, y , especialmente esta vez, gracias por compartir vuestra alegría,
PD,
ésta fue mi 'música' en aquellos días, el recuerdo de aquella ciudad
http://onlymaryonly.blogspot.com/2009/06/tallada-en-bohemia.html
Solo puedo deciros que me alegro MUCHO, de estos momentos preciosos que estais disfrutando.
ResponderEliminarDos besos...el de abril lo acompaño de una complice sonrisa...
Cómo he disfrutado leyendote hoy....¡¡¡¡ y te estoy agradecida por esta preciosa crónica de vuestro viaje...¡¡¡¡¡¡ MUCHOS BESOS Berta
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