El matrimonio Alnolfini. Jean van Eyck |
Para recorrer los días de su existencia, las personas tienen, como los automóviles, diferentes marchas. Hay días montuosos y difíciles, y días en pendiente que se dejan bajar a toda marcha y cantando. Tener un viaje mejor o peor, depende de cómo se manejen esas marchas, porque a todos nos toca subir y bajar, tarde o temprano.
Cuando uno lleva años viajando aprende muchas cosas. Una de ellas es que al subir una de esas cuestas montañosas y antes de emprender el descenso, hay que parar y admirar el paisaje que con tanto esfuerzo se ha podido dominar. En esos momentos y a pesar de la fatiga, se aprende a disfrutar del valor de todo lo que se ha sabido conservar, aunque sean cosas simples. Gracias a la buena perspectiva y a los ojos de la memoria, se reviven los buenos momentos, en el pasado se reconoce quién es uno, se llenan de aire los pulmones y de combustible el coche, y se reemprende el viaje.
Hoy es uno de esos días para mí. Veinticinco años de viaje con la misma compañera, la única, Abril. Dice la tradición que hemos ganado la plata.
Veo el camino recorrido, parado aquí en este alto. Todo me gusta más que el primer día. Ahora sé que el primer enamoramiento fue fruto del deseo, de la ilusión y de una imaginación que todo lo iluminaba. Desde aquí veo los primeros besos y abrazos, los años de convivencia en Valencia, el amor primero y salvaje que sentí cuando nacieron nuestras hijas, desde aquí las veo crecer y siento que las quiero todavía más (¡qué mayores!), veo todas nuestras casas que decoramos y habitamos, las noches en la cama, los viajes, los amigos y familiares que nos quisieron y nos quieren, los buenos momentos en torno a la mesa, las lecturas compartidas, las canciones sentidas juntos, los trabajos y los años de toda nuestra vida, los placeres y los días que hemos disfrutado. Con ella he aprendido a amar y a ser feliz. Ahora ya no quiero nada más.
Sí, después de tantos años no me ha abandonado ese estado de enamoramiento, que la mayoría opinan que es pasajero. Además, ahora sé que ese amor no era una ilusión juvenil, sino que es la evidencia de lo que dos personas pueden llegar a construir. Y desde ese edificio, me asomo orgulloso al balcón del porvenir y nada temo. Montados en este automóvil, juntos y felices, cambiando las marchas, bajaremos después alegres y cantando, subiremos sufriendo cuando toque, incluso nos bajaremos a empujar si hace falta. Sabemos de sobra que de todas esas cosas se ha alimentado nuestra felicidad. Y ahora conducimos mejor. ¡Felicidades Abril!
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡FELICIDADES!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!,
ResponderEliminarqué gusto leer lo que tan bien sientes y has sabido expresar.
¿Sabes?, en julio nosotros también "ganaremos la plata", ¡la has definido tan exactamente!
Sobran mis palabras, pero quiero enviaros nuestro más ENORME y ESPECIALÍSIMO BESO para los dos en esta ocasión.
Otra vez, ¡ZORIONAK!, C.
¡Enhorabuena¡
ResponderEliminarMuchas felicidades...¿sabeis que dais mucha envidia ?
Muchos besos de los dos
D y S
Pablo, cómo me gusta leerte. ¡Qué bien expresas en palabras, con metáforas los sentimientos! ¡Qué maravilla esos 25 años! ¿Seremos nosotros capaces? Seguiré tu mensaje, aprovechar cada momento y cada subida al monte, a la montaña para disfrutar de cada momento, para no desanimarnos en el camino y saber empujar el coche en los momentos que haga falta... ah! y echar gasolina continuamente para evitar el fallo más tonto... FELICIDADES!!!!
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