Supongo que a estas alturas, muchos de mis lectores sabrán que soy un adicto lector de un escritor al que copio con frecuencia, y en ocasiones ni siquiera lo cito de tan familiar que me resulta.
Se trata de Álvaro Cunqueiro (1911-1981). Nació en Mondoñedo (Lugo), ciudad episcopal, “rica en pan, en aguas y en latín”. En ese lugar fue obispo Fray Antonio de Guevara, allá por el siglo XVI, lo que dio lugar a que escribiera su “Menosprecio de la corte y alabanza de la aldea”. También escribió sus “Epístolas familiares”, en las que introducía multitud de noticias históricas e inventadas, y que tanto influyeron en nuestro escritor. La noticia del nacimiento de Álvaro la transmitió “la Paula”, la campana catedralicia anunciadora de vida, en contraposición con los mensajes de muerte reservados a su hermana “Petra”.
Cunqueiro era el hijo del boticario de Mondoñedo. Su padre, el barbado don Joaquín, cazador y gastrónomo, también era un excelente botánico que le enseñó a amar la naturaleza y el nombre de todos los pájaros y las flores. En la rebotica, que se encontraba en los bajos del palacio episcopal, asistía a las tertulias que su padre organizaba con sus amigos. En "Tertulia de boticas y escuela de curanderos” escribe: “el autor de este texto tuvo ocios bastantes en la oficina de farmacia paterna para, desde párvulo, deletrear en los botes los nombres sorprendentes, desde el opio y la mirra a la menta y la glicerina, y más tarde, ayudar a hacer píldoras y sellos, y escudriñar el misterio del ojo del boticario, y sumergir una mano en las cajones de las plantas medicinales, la genciana, las hojas de sen, la salvia, la manzanilla..., y darle al molino de la mostaza, cerca del cual estaba la redoma de las sanguijuelas. Mi padre preparaba la tintura de yodo, un vino aperitivo, o las limonadas purgantes para la gula del obispo Solís. Se me aposentó en la imaginación una idea de las farmacias todas del mundo, que era mágica y fui curioso de ellas”.
La niñez de Álvaro también discurrió entre juegos por las estrechas calles mindonienses y por los alrededores de la ciudad. “Siempre me recordaré de la cerca de la era, de laurel romano, tan pajarero, en la que tantos nidos velé, y de la higuera ramona, tan viciosa, al pie de la casa, junto al pajar grande”. No faltaron las clases en una modesta escuela, lecturas, muchas lecturas, y relatos de sucesos que alumbraron la imaginación de su madre, doña Pepita Mora, o la de sus tías, o la de alguna de las sirvientas de la acomodada casa. “La tribu en la que nací, lo que me enorgullece, no es otra que la tribu de los imaginativos”.
Y con esa imaginación, aprendió a fabular desde niño. En la barbería de su ciudad, mientras leía el diario a los clientes, transformaba las noticias metiendo anécdotas o variaciones de su propia cosecha, que siempre eran giros sorprendentes y poéticos. Tomaba historias rescatadas de la biblioteca de la catedral, de Antonio de Guevara y de mil más, las inventaba y reinventaba, y estuvo toda su vida reviviendo a los clásicos griegos, a los mitos celtas de su tierra o de las tierras bretonas, a la saga de Arturo y los caballeros de la mesa redonda, a los artistas del renacimiento, a los poetas de oriente, las cuentos de las mil y una noches, y a tantos otros. ¡Cuántas lecturas no habré yo tomado por evocarlas Cunqueiro en sus libros! ¡Cuánta belleza descubierta gracias a él!
Revivió el mundo de su niñez en sus libros “Merlín y familia”, o en “Las mocedades de Ulises”, de manera magistral, evocando una tierra gallega situada ora en las islas de Bretaña ora en Ítaca. A los diez años marchó a Lugo, para completar su bachillerato. Vinieron los años universitarios luego en Santiago y más ciudades y cuidados. Pero esa es otra historia de la que no quiero hablar ahora.
Revivió el mundo de su niñez en sus libros “Merlín y familia”, o en “Las mocedades de Ulises”, de manera magistral, evocando una tierra gallega situada ora en las islas de Bretaña ora en Ítaca. A los diez años marchó a Lugo, para completar su bachillerato. Vinieron los años universitarios luego en Santiago y más ciudades y cuidados. Pero esa es otra historia de la que no quiero hablar ahora.
Y me ha venido a la mente una vez más el escritor gallego, porque Abril ha vuelto de visitar la tierra de Lugo estos días. Nos lo cuenta Golondrina, que estuvo con ella. Dice Abril que por aquellos pagos, la tierra de Miranda como él la llamaba, todavía se le recuerda, y que allí viven aún algunos familiares de escritor a los que les gusta hablar de él y que, incluso, puedo conseguir algunos libros dedicados por el propio autor.
Al oír estas nuevas me ha invadido el deseo de visitar su tierra. Hablando de tópicos gallegos es inevitable hablar de morriña, y he de confesar que a veces tiendo a la tristeza, pero, como Cunqueiro solía decir, “la tristeza es un lujo que sólo pueden permitirse los jóvenes, los mozos”.
Pero esa nostalgia que yo siento no es la de mi tierra natal, ni la del paraíso de una infancia libre y campestre que no tuve, pues mi infancia, moderadamente feliz, transcurrió en Madrid, donde todavía vivo. En realidad echo de menos un lugar en que no nací ni crecí; un pueblo inexistente, rodeado de campos, en el que cuando de niño saliera de casa me topara con un río que se adentrara en el bosque; unos pájaros que no vi volar tras los montes; aquellas mañanas brumosas que no tuve; el cielo nocturno plagado de estrellas, que la contaminación me ocultaba. Cuando descubrí a Cunqueiro, allá en mi año de soldado raso, sentí la dicha momentánea de vivir en ese mundo de felicidad y de imaginación, que era su Miranda, real e inventada a la vez. Después conocí a Abril y una de las cosas que me enamoró de ella (¿cuántas cosas no lo hicieron?) fue su infancia feliz en el poblado de Bolarque, situado en un valle a la ribera del Tajo. Hay reservas de petróleo, de divisas, de la biosfera, naturales, de muchas cosas..., y hay reservas de felicidad. Estas últimas sólo se encuentran en la infancia y no todo el mundo las tiene. Las de Cunqueiro y Abril son inagotables. Siendo novios ella me hablaba de su paraíso. Yo, en aquellas tardes ya lejanas de un verano portugués, sólo supe proponerle que visitáramos otro, leyéndonos el uno al otro “Las mocedades de Ulises”. Años después recomendé a mi hija la lectura de ese mismo libro, del que hizo un trabajo de literatura. Hoy les recomiendo su lectura a todos ustedes..., perdonen la manía, pero creo que les gustará.
Gracias por la recomendación. PROMETO LEERLO.
ResponderEliminar¡AH ¡Recuerda que hay un pueblecito cerca de tu ciudad , con bosques , pajaros y praderas donde puedes venir a pasear con Abril siempre que quieras.
Antipático agradezco tu recomendación y te doy otra escribe ya un libro y publicalo pero en serio,,Tienes mucho talento.
ResponderEliminarY otra cosita Abril ya sabe que las tierras de Miranda están abiertas de par en par
"Lo has comprado. Sé humano con él. Los tiempos cambian de perfume cada dia en la mano de los dioses. Un día cualquiera noble Eurimedeo, Jasón podría comprarte a tí con un cobre horadado"
ResponderEliminarTu amado Cunqueiro, amigo Antipatico, describe en este pasaje el viaje desde la infancia que muda y trasmuta. Los que no tenemos baúles, llenos de felices recuerdos de nuestra niñez, ni Itaca alguna sino una oscura y fria ciudad, tenemos siempre la maravillosa oportunidad de devolver en felicidad y cuidados el desprecio de quienes debieron amarnos y reirnos y no lo hicieron.
No compramos los desamores con cobres horadados porque se puede siempre seguir el consejo de humanidad con el tiempo en reversa.Siendo humanos con nuesros amos de antaño entendemos cabalmente lo mutable y fugaz de la fortuna y nuestra propia fuerza aún siendo un niño desvalido.
Lo único inmutable,creo, es nuestra capacidad de amar, que es una verdadera fortuna. Saber que no importan los años, las distancias, los desprecios y desdenes, lo humano es amar aunque nuestros sentimientos valgan para el otro un cobre horadado uno construye baúles de felicidad aún con nuestra niñez ya perdida en el océano del tiempo ...que ha pasado tan veloz.
Reclamo el mérito de haberlo instado antes a publicar YA mismo.
¿Ve vd. cómo la mili sirve para algo...?
ResponderEliminar(...)"Hay reservas de petróleo, de divisas, de la biosfera, naturales, de muchas cosas..., y hay reservas de felicidad. Estas últimas sólo se encuentran en la infancia y no todo el mundo las tiene".
ResponderEliminarPermíteme que me lo quede.
Ahora mismo aqui llueve, una lluviosa y tristona tarde de abril en mi "exilio gallego". Me gusta esta especie de morriña (aunque quién sabe...quizás todo sea hormonal)que comparto con mi chaqueta de lana vieja y unos calcetines color pistacho.
Me gusta leerte antipático, escribes bonito.
QUE BIEN ESCRIBES ANTIPATICO, HE PASEADO VARIOS DIAS POR ESTA PAGINA Y HE REIDO, ME HE EMOCIONADO, Y ME HA HECHO REFLEXIONAR... PROMETO LEER A CUNQUEIRO.
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