No sé si vivieron y recuerdan ustedes la época en que se estudiaban unos manuales de urbanidad y de buenas maneras, que hoy algunos añoran. Aquellos tiempos pasaron, y como reacción a una educación convencional y en buena medida algo hipócrita, más atenta de las formas que del fondo, muchos entendieron que las buenas maneras eran reminiscencias de burgueses y señores, a los que desde pequeños enseñan fórmulas amables, que no están hechas para que se las tome demasiado en serio, pero que embrollan y convencen a las personas sencillas. Entre estas, la cortesía generaba a veces desconfianza, y con razón, pues cuántas veces las personas educadas y poderosas habían envuelto en ella la falta de respeto y el abuso. Esos manuales hoy nos resultan exagerados y obsoletos, si no ridículos, fruto de algunos valores francamente trasnochados.
Por eso muchos individuos en el fondo vulgares, sin poder evitarlo, tienden a creer que únicamente las malas formas revelan franqueza, porque no saben descifrar los valores convencionales y los sobreentendidos de la cortesía. Pero no por eso hay que ser vulgar, pues los malos modos nunca anuncian nada bueno.
Hace un par de años me vi gratamente sorprendido cuando leí en el periódico una entrevista al Príncipe Asserati, nieto del Negus de Etiopía. Es uno de los descendientes de una antigua estirpe de gobernantes que se remonta a los tiempo de Salomón y la reina de Saba. Extinguida la rama reinante en aquellas tierras, ahora es un alto ejecutivo y escritor que vive en Suiza. Hablaba sobre las buenas maneras. Anoté en mi cuaderno algunas de las cosas que dijo.
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El ser humano nunca estará satisfecho con lo que logra en lo material. El arte de vivir es decir “basta ya” y ponerse límites.
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El mal humor es el peor ejemplo de mala educación.
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No se trata de saber comer espárragos, sino de entender el motivo para hacerlo bien.
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La civilidad es una simbiosis de contenido y formas. Nobleza y paz interior son los pilares más importantes de la educación para la convivencia.
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El mayor signo de civilidad es hacer feliz a alguien aunque sea por un segundo.
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Se ha privatizado la vida demasiado: yo, para mí, conmigo; si la privacidad está en relación con la dignidad del ser humano, también es cierto que lo privado nos ocupa demasiado, no estamos dispuestos a pensar en los demás, en el otro, se ha perdido la unidad con el otro, y así abandonamos a los demás a su suerte.
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La gentileza, la elegancia, se decía, eran un privilegio ¡y claro que lo son!, pero del ser humano.
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Un aforismo africano decía: “los europeos tienen los relojes, pero nosotros tenemos el tiempo”. Quien hoy tiene tiempo, para su familia, los amigos, para comer, para leer, es el más feliz.
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En fin, yo debo ser bastante feliz, porque algún tiempo le dedico a todas esas cosas. Espero no haberles incomodado hablando de esto, porque hablar de buenos modales a los demás, ¿no es también una falta de modales? Pero seamos flexibles, que también es de buena educación.
Absolutamente de acuerdo contigo: tener tiempo para estar con la gente a la que quieres , cuidar a tu familia y leer...solo tres cosas para ser feliz.
ResponderEliminar¡Ah¡ y que gane el atleti...
Bueno, en realidad esas palabras son del Principe Asserati.
ResponderEliminarPara los que profesamos la convicción de que la existencia terrena no es un estado povisional del ser, sino todo cuanto hay, las cosas sabrosas, eufónicas, suaves, aromáticas y bellas, componen todo nuestro cielo, en el que resulta indispensable disfrutar de todo ello con quienes queremos.
Conviene además, prescindir de la lucidez y no estar muy atento a otros síntomas: la pérdida de la salud, del pelo, de los dientes, de la potencia sexual, de la juventud, de los amigos y seres queridos, de las ilusiones que vamos dejando atrás... Sí, definitivamente, hay que hacerse el sueco.
Ser buena persona, con perdón de los moralistas, para muchos no es imprescindible, aunque puede ser util. Ayuda, en cambio, que gane el Atleti.
Y así, nos empujamos unos a otros hacia esa especie de cielo laico moderno de la realización personal: el desarrollo de la personalidad, las relaciones que ayudan a definirnos (incluida familia y amigos), la propiedad de un inmueble, las vacaciones en el extranjero, la acumulación de ahorros, hacer deporte o gimnasia, el consumo de cultura, tener un trabajo que nos guste, la buena educación. Todo eso contribuye a la felicidad, ¿no?... ¿No?
.....pues acaba de perder el Atletic.....¡¡¡¡ Un abfrazo Berta...y me encanta y he procurado transmitir la buena educación .. que para mi es.....no molestar a los demás...y ser capaz de crear un ambiente agradable a tu alrededor..... espero haberlo conseguido....... un abrazo Berta
ResponderEliminarPues sí, acaba de perder. Al fin y al cabo lo ser del Atlético le hace a un filósofo, porque todavía no nos hemos creído el mejor equipo del mundo, ni del siglo, ni de nada...
ResponderEliminarPor cierto, Berta, ¡gran primicia! ¿Sabes que Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid, se va a casar con la Duquesa de Alba?... Es para ver si pesca un título.
A propósito del aforismo africano que cita el Príncipe Asserati, “los europeos tienen los relojes, pero nosotros tenemos el tiempo", he recordado un librito que leí hace ya bastante tiempo, y que es una delicia. Me permito recomendarlo:
ResponderEliminar"Los Papalagi"
Este blog, es uno de mis lujos.
Felicidades, por hacer las cosas tan estupendamente. No me lo pierdo
Un beso de los grandotes para L.
...Si????
ResponderEliminarNo. Era un chiste malo.
ResponderEliminarSuena bien lo de los niños perdidos. Tal vez todos llevemos uno dentro que pide a gritos el mimo constante.
ResponderEliminarMenudo hallázgo, cuántas cosas interesantes. Las frases y aforismos que se plasman en esta entrada podrían servir para una filosofía de vida con poco más. En estos dias que corren en los que la gran crisis financiera coexiste con un enorme crisis de valores y de respeto, se agradecen blogs como este para oxigenar la cabeza.
ResponderEliminarLo pongo en favoritos para escudriñarlo en profundidad.
Gracias.
pablomiguelez@mixmail.com
Que buen articulo!
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