domingo, 9 de mayo de 2010

RIIIING

Tumbada en la cama, impaciente, resolvió levantarse y volver a intentarlo. Fue hasta el teléfono, marcó su número y, como otras veces, sólo oyó el mismo pitido indiferente y tenaz. ¡RIIIING! No cogía.

Podía ser que no hubiera nadie, que el teléfono estuviera insistiendo en soledad. Nada que hacer entonces. Cabía otra posibilidad: que no quisiera contestar, porque estaba claro que con la de veces que había insistido durante toda la tarde, si hubiera habido alguna causa momentánea que le impidiera contestar, esta ya no existiría. Empezaba a preocuparse.

A la irritación que le producía de por sí el teléfono, se sumaba la de la propia urgencia y su ansiedad: se había ido o no quería contestar. Tras los acontecimientos de aquellos días, no quiso ni imaginar que volviera a repetirse otra muerte tan atroz, no quería pensar que su cuerpo pudiera asistir inerte a aquellas llamadas inútiles.

Hay veces que la realidad, a fuerza de insistir, nos hace más ciegos que nunca. Una y otra vez nos tapa los ojos imperceptiblemente. No le bastaban las muertes anteriores de sus amantes, ni toda la serie de llamadas, para darse cuenta de que él también estaría muerto. Pero al fin se percató, como herida por un destello repentino.

Su lujoso coche fue a toda velocidad por las calles hasta las afueras de la ciudad. Más tarde, cuando todo acabó, pensó en ese loco recorrido sin explicarse cómo llegó ilesa. Salió corriendo del coche que había dejado enfrente de su puerta. El ascensor sería demasiado lento, corrió escaleras arriba. Su temor, casi su certeza, no veía una explicación distinta ya: seguro que estaría muerto. No podía ser de otro modo. La puerta de su apartamento estaba abierta, había luz dentro.

Se precipitó al interior. Se sorprendió al comprobar que estaba lleno de gente; una multitud de vecinos, curiosos y varios policías atestaban su pequeño apartamento. Ni rastro de él. Recordó entonces la ambulancia que se cruzó por el camino, cerca de la casa. Debido al estruendo y precipitación de su entrada todos se quedaron mirándola. Sudorosa, jadeante, el rostro descompuesto, a medio vestir. Comprendió su error, siempre comprendía demasiado tarde.

Alguien con aspecto de policía se dirigía hacia ella, con rostro inquisitivo. Sin reflexionar mucho lo que hacía, salió corriendo de nuevo: necesitaba huir. Demasiadas explicaciones tendría que dar para tan pocas respuestas concretas, tan pocas pruebas. Estaba sumida en un gran marasmo mental. Dos policías se precipitaron tras ella por la escalera. Todo había salido mal. Aquel chico muerto, los asesinos libres, el negocio frustrado de nuevo, la policía tras ella...

–¡Mierda! –pensó–, todo me ha salido mal.

Mucho tiempo le costó despistarles. Estaba agotada ya de dar vueltas jugándose la vida, con la policía detrás, y cuando ya estaba a punto de desistir se dio cuenta de que ya no la seguían.

Se había librado. Afortunadamente la policía no podría relacionarla en nada con ese chico. No había siquiera un indicio. Tendrían que cerrar el caso, seguro, como los demás. El coche era robado, lo quemaría o borraría las huellas con cuidado. Después podía volver a empezar. Pero después de todo era una lástima, el chico era un auténtico macizo, ella estaría de nuevo sola, rodeada de muertes por doquier. Tendría quizá que abandonarlo todo, o irse de aquella cuidad, tan horrenda, tan inhumana, a la que, sin embargo, había cogido cariño.
Charles Perrault
Cuentos Infantiles

4 comentarios:

  1. Charles Perrault,cuentos infantiles...
    Interesante...¡para una entrada que parece sacada de una pelicula de gansters¡.
    Para el doctor Bettelheim, uno de los psiquiatras y psicologos infantiles más influyentes del siglo XX, los cuentos infantiles , los cuentos de hadas, ejercen una función liberadora y formativa para la mentalidad infantil y la dotan de apoyo moral y emocional.
    Aunque quien lo diria al contarles, por ejemplo, una obra inventada por Perrault: Barbazul.

    ResponderEliminar
  2. ...me ha gustado mucho...empezé a leerte y no podía dejarlo....inquietante.....¡¡¡¡¡ Un abrazo Berta

    ResponderEliminar
  3. Bueno queridas, ya lo decía Chesterton: "La literatura es un lujo. La ficción una necesidad. Hagamos, pues, nuestras necesidades".

    ResponderEliminar
  4. ejem.... cuentos infantiles??? espero que no caigan en manos de mis hijas....

    ResponderEliminar