Hace ya la friolera de doce años una amiga mía, que trabajaba conmigo en el Ministerio, me dijo que José Luis Zúñiga, otro compañero de trabajo, además de hacer sus pinitos como compositor y cantante, escribía poemas y se había metido a editor de libros de poesía. Yo conocía a José Luis desde el año 1990, y fue él quien me animó a publicar mi primer artículo técnico en la revista que dirigía. Cuando se marchó de la Dirección General en que trabajamos dejé de verle. Apenas le conocía, por eso me extrañó tanto su afición a la poesía.
Su editorial era muy peculiar. Se llamaba Ediciones del Primor. Editaba libros de amigos y conocidos. Los distribuía entre los suscriptores, que cubrían los gastos con una pequeña cantidad anual. Sus ediciones, muy cuidadas, apenas llegaban al centenar de ejemplares. En el proyecto editorial estaban otros compañeros del trabajo y amigos interesados en la poesía. A algunos los conocía. Decidí apuntarme. A todos nos animaba a escribir para publicar.
En esa pequeña editorial publicó a mi hermano su Oda a Martenot. Hoy pasados bastantes años desde que se inició la editorial, y cuando parecía que iba a acabarse la edición de esos libros, o al menos a cambiar de dirección debido a su jubilación, me llega el último libro publicado: Las bisagras del bosque, de Manuel Lleó y Pedro Sempere. Me ha alegrado mucho recibir este envío (¡y van 49!), pues sigue vivo un proyecto en el que participo, aunque sólo como suscriptor. La editorial también tiene una secuela de ediciones musicales.
Mientras hojeo el nuevo libro pienso que el ambiente tecnocrático y administrativo, como el de un Ministerio de Hacienda, era un lugar complicado para crear poesía. Algunos de los suscriptores éramos un grupo de burócratas, que recaudábamos el dinero ajeno, y perpetrábamos tamaña fechoría con impecable técnica, bajo el manto no siempre tranquilizador de la legalidad y del Derecho tributario. A pesar de nuestro oficio tan poco lírico, consiguió que estuviéramos unidos por el lazo callado de la poesía y el amor a la literatura. Lo más curioso era que, cuando alguno de nosotros coincidíamos, no hablábamos de poesía, lecturas, o literatura, sino del trabajo o de trivialidades, como temerosos de poner en juego el más mínimo sentimiento que pudiera desvelar nuestra intimidad.
«Desdoblarse siempre ha sido una forma de sortear la realidad amenazadora en la que, por otra parte, se quiere participar. La doblez, aunque asociada al engaño hacia los demás, entraña una forma de búsqueda de la verdad y de protección contra la muerte o el cautiverio. ¿Quién de nosotros no es un “homo duplex”?, preguntará Baudelaire. ¿Quién que haya sido tocado por el dulce y silencioso pensamiento no ha sentido las tensiones entre la acción y la intención, entre la realidad y el ensueño, entre la osadía y el miedo? Re-flexionar, com-plicarse, du-plicarse, son formas dignas de huida y anestesia ante el dolor que el vivir provoca.»
El otro día me topé con este párrafo, que viene al pelo de lo que decía. Fue en la feria del libro, estaba en el prefacio de un libro de Carlos Eymar llamado El funcionario poeta. En él habla de autores consagrados de la literatura universal, como Kafka o Pessoa, que han sido capaces de sobreponerse al poder burocrático en el que vivían y que, a pesar de su condición de administrativos o funcionarios, se han convertido en iconos de la cultura universal. También habla de varios personajes funcionarios creados por otros escritores. No sé si lo leeré. No sé si quiero que me cuenten a mí, que no he escrito un solo verso en mi vida, las proezas literarias de otros funcionarios como yo, y que me hagan preguntarme una vez más que qué he hecho con mi vida. La respuesta la sé de sobra.
I.-Acoge todo signo, abrete, escucha.
ResponderEliminarII.-Sé amante de tu vida.
III.-Vive tu memoria y tu asombro.
IV.-Sal del fondo de tu ser, y con los ojos muy abiertos, lánzate al mar del lenguaje.
V.-Secretas libretas garrapateadas y páginas secretas para tu exclusivo placer.
VI.-Al igual que Proust, sé fanático del tiempo.
VII.-Acepta perderlo todo.
HEPTÁLOGO DEL ESCRITOR
Jack Kerouac
Regenta, me gustan tus comentarios, aunque últimamente me impresionan tanto que estoy a punto de cerrar el blog.
ResponderEliminarKerouac me gusta mucho, y es uno de nuestros malditos. Por si no te lo crees tengo una preguntita fácil del juego de los malditos: ¿Cuál era la lengua materna de Jack kerouac?
Está a punto de llegarte una carta a casa. ciao
Si cierras el blog serás el único culpable de que mis tardes se conviertan en un desierto de tedio...¡ no lo hagas , por favor ¡
ResponderEliminarCreo que Kerouac hablaba frances en su infancia y creo que muchas de las frases que le dedicas a Abril en su blog son todo poesia. (te puse a Marchamalo en el correo esta mañana)
Tranqui, era broma
ResponderEliminar