No pasé mis años de juventud, como otros a mi edad, jugando al mus en la tasca del barrio, ni en el bar de la facultad; no pertenezco a ninguna peña ni club de mus; no he alzado trofeo alguno con las cartas. Una arraigada tradición musolari dice que la primera característica de un jugador de mus es la fanfarronería, a pesar de ello, confieso que no soy buen jugador de mus, lo que no impide que, cuando gano, me proclame el más sagaz y sabio de los jugadores, y cuando pierdo, el más desafortunado con las cartas.
Comencé a jugar con asiduidad al mus con Abril, un verano hace quince o veinte años. Estábamos veraneando en una casa frente al mar, en el Cantábrico. Estaban pasando unos días con nosotros, mi amigo Fernando y su mujer. Nuestra hija mayor era muy pequeña y no teníamos con quien dejarla para salir por las noches. Fernando y yo decidimos a enseñar a nuestras mujeres a jugar al mus. El caos se apoderó de nuestras partidas, se sucedían todo tipo de errores, había desorden y confusión en el juego. Aquello provocaba a cada momento que Fernando y yo no supiéramos a qué estábamos jugando y abroncáramos a nuestras mujeres. Ellas decidieron hacer pareja y la cosa empeoró terriblemente: lograban jugadas inverosímiles, en cada mano cuando la suerte inesperada no les ayudaba, resultaban beneficiadas por sus propios sus errores. Nuestra desesperación y su alegría desbordada, provocaron que llegaran la risa, las bromas y el buen humor. Cenábamos cada vez más temprano para adelantar la partida, pues la diversión estaba asegurada. Al final del verano conseguimos que ellas aprendieran un poco y conseguimos ganar alguna vez.
Desde entonces para mí el mus es un juego que ha estado unido inseparablemente a las satisfacciones de la amistad.
Estos meses de reclusión forzada y convaleciente en casa, en la que nos pesan tanto las ropas que no podemos ni salir de paseo, unos buenos amigos vienen a vernos a casa muchos fines de semana. Vienen cargados de viandas y bebidas, y en seguida nos aprestamos a jugar nuestra partida. Sus visitas están siendo una distracción a nuestras desgracias. Son vascos y, aunque parezca increíble, les tuvimos que enseñar a jugar hace ya unos años, en otro memorable verano en el Ampurdán que pasamos con ellos. Su amistad nos proporciona compañía y diversión, dos cosas poco accesibles para el que sufre.
El mus sigue siendo, una vez más, ese vínculo divertido y poderoso que tanto me agrada tener con los amigos. Me divierte soltar las pullas de siempre y replicarles con frases como: “la jugada del tío Perete”, “a la mano con un pimiento”, “ahí hay un cuarto para llorar”, “tran-tran”, “barbas”, “escopeta y perro”, “muerte dulce”, “Toribio”, “la raya”, “un envite es un convite”..., y tantas otras. A música me suenan. Gracias amigos.
Sí que existe algo especial y atrayente en los juegos de cartas, sobre todo cuando se juegan por parejas. Algunos agradables ratos he pasado también entre amigos pasándolo bien con una baraja entre las manos.
ResponderEliminarUno de los recuerdos más arraigados de mi infancia incluye largas tardes de sábado observando a mis padres y tíos jugando al Bridge en casa. No es que a mi madre le apasionara el juego, pero disfrutaba de la reunión. Mi padre siempre se sorprendía de la cantidad de veces que, según él, mi madre suplía la lógica con la intuición o "la suerte".
Me has dado mucha envidia, un día de estos tendré que retomar aquélla entretenida y saludable costumbre de la adolescencia...
¡Gracias por recordármela! Un besote, C.
Me encanta jugar al mus y los tres te agradecemos que hayas sido tan buen maestro, pues lo que sabemos del mus, tú nos lo enseñaste...ellos no visitan tu blog pero tendré que decirles y prepárate para el abrazo que te darán, eso sí habrá partida de mus que casi es vicio...
ResponderEliminarCata cuando queráis echamos una partida ¡en el mismo Bilbao! No hay problema
ResponderEliminar¡Qué relato tan divertido!!!....
ResponderEliminarMe estoy imaginando a las "señoras" que a pesar de no saber jugar, os ganaban y os volvían locos.
Jaaaaaaaaaaaaa!!!!
....si...yo también me he divertido.....con el relato del aprendizaje al mus.....¡¡¡¡ Un abrazo...Berta
ResponderEliminar¡¡¡Qué bien!!!,
ResponderEliminarsi me recuerdas las reglas y señas, nosotros encantados. Sería una fiesta de "órdago"...