viernes, 16 de julio de 2010

CUANDO EL FINAL SE ACERCA

«Antes, cuando bebía, Riba no distinguía entre emociones fuertes y débiles, tampoco entre amigos y enemigos. Pero la lucidez de los últimos tiempos le ha ido devolviendo lentamente la capacidad de aburrirse, aunque también la de emocionarse. Y el mar de Irlanda...., le parece la más soberbia encarnación de la belleza, la máxima expresión de aquello que desapareció de su vida durante tanto tiempo y que ahora, nunca es tarde, encuentra abruptamente, como si estuviera en la mitad de una gran tormenta y con la emoción del que siente en pleno descenso en la vida, pero frente a la belleza inconfundible, gris de borde plateado, de un mar que ya no habrá de olvidar nunca mientras tenga memoria».

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« –¿No nos habrás hecho venir hasta Dublín para poder convertirte en una metáfora? –dice Ricardo.
– ¿Y qué mal hay en que nuestro Riba quiera ser alegoría, testigo de su tiempo, notario de un cambio de época? –Interviene Nietzky, que está ya como una cuba.
– Pero ¿hemos venido hasta aquí para que nuestro querido amigo se convierta en testigo de su tiempo? Es lo último que me esperaba oír –dice Ricardo.
– Bueno, y también para sentirme vivo –protesta Riba con inesperada y verdadera amargura– y para tener algún viaje que contarles a mis padres cuando vaya a verles los miércoles, y para sentir que me abro a los demás y dejo de ser un hikikomori. Que tengáis compasión de mí. Es todo lo que os pido.
Le miran como si hubieran oído hablar a un extraterrestre.
– ¿Compasión? – pregunta Javier, casi al borde de la risa.
– Yo sólo quiero que el funeral sea una obra de arte –dice Riba.
– ¿Una obra de arte? ¡Ah, eso es nuevo! –interviene Nietzky.
– Y también que comprendáis que jubilarse es jodido, que me sobra tiempo y a veces pienso que no me queda nada por hacer, y por eso me gustaría que fuerais más compasivos conmigo y comprendierais que trato de organizar cosas para escapar del tedio.
Su voz suena tan quebrada que les deja paralizados a todos por un momento.
–¿No os dais cuenta? –prosigue Riba–. No me queda nada por hacer, salvo...
Baja la cabeza. Todos le miran, como pidiéndole un esfuerzo, como rogándole que, por favor, complete la frase y diga algo que les ayude a ahorrarse tener que seguir sintiendo tanto bochorno y apuro por él. Todos desean que termine pronto el trance.
Baja aún más la cabeza, parece que quiera hundirla en el suelo.
– Salvo...
– ¿Salvo qué, Riba? ¿Salvo qué? Por dios, explícate. ¿Qué te queda por hacer?
Le gustaría decirlo, pero no lo hará: salvo reencontrar al genio, a la primera persona que hubo en él y que se esfumó tan pronto.
Pero no lo dirá, no.»
Enrique Vila Matas
Dublinesca

3 comentarios:

  1. Creo que, como el personaje, en momentos de crisis todos intentamos retomarnos de alguna manera y si tenemos la suerte de descubrir algo bueno, el paso siguiente es sacarle el mejor partido posible.

    Me apunto a ponerme manos a la obra...

    Un besazo, C.

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  2. ¡Antipático! ¡Que me he quedado sin saber lo que querías comentar!

    Por ejemplo, ¿Cuál de las lecturas de la obra te atare más? o ¿cuál de las historias de su historia es con la que te identificas, con todas? ¿Crees como algunos que Google acabará con Gutenberg?...

    ¿Crees que.........?

    ¡Te dejo un besote relleno de curiosidad!

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  3. Nada importante... Que no dejo de pensar a medida que envejezgo, que me quedan muchas cosas nuevas para hacer, al contrario que Riba, y que no ando buscando el genio perdido de mi juventud.

    Vila Matas es un escritor que siempre te lleva a nuevas lecturas, y tanto cita a otros escritores, que uno tiene la sensación, cuando lo lee, que no puede parar de leer sus obras y, sobre todo, las obras que ha leído. También me pasa eso con Cunqueiro, que es escritor de eternas evocaciones de los mundos que otros inventaron.

    Y no, por todo eso no creo que Google acabe con mi afición, y la de otros muchos, a leer libros de papel.

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