lunes, 12 de julio de 2010

EL HOMBRE TRANQUILO


Considero que soy nervioso. A menudo he admirado a las personas que, en medio del caos y el desorden, de las calamidades y avatares, de las prisas y las presiones..., son capaces de mantener la calma y aplicar sentido común a lo que parecen problemas irresolubles.

Y digo todo esto para dedicarle esta entrada a Vicente Del Bosque. Sí ya sé lo que me van a decir: ¿pero tú no eras del Atleti? Como futbolista y jugador ha estado vinculado toda su carrera al Real Madrid al que dio muchos triunfos. Como entrenador, recuperó los años dorados del Real Madrid: dos nuevas copas de Europa, más ligas. No debería apreciarle, hizo más grande al rival. Pero, ¡qué le vamos a hacer! La coherencia sin fisuras sólo es patrimonio de imbéciles y dogmáticos.

En mis años mozos, cuando escuchaba los partidos en la radio, había un locutor que le llamaba “cámara-lenta-del-bosque”, tal era la extrema tranquilidad de sus movimientos, que compensaba con una gran claridad en la visión del juego y una precisión asombrosa en sus pases.

Un año después de que el Real Madrid lo fichara de entrenador del primer equipo (había estado en categorías inferiores del club y había sustituido provisionalmente a entrenadores despedidos), Pérez llegó de presidente y se dedicó a fichar por cantidades astronómicas a los que se tenía por los mejores jugadores del mundo (Figo, Zinade, Ronaldo...). Eran los galácticos. No le consultaron ni le tuvieron en cuenta pero Vicente del Bosque fue asimilando e incorporando al equipo a aquellas estrellas con la máxima naturalidad, sensatez y sentido común. Tanto divo no parecía producirle ningún problema. Cuando le cesaron de entrenador en el Real Madrid, por la necesidad de "modernizar al equipo", cometieron una grave equivocación. No pareció inmutarse. Se despidió con elegancia. Desfilaron tras él entrenadores más guapos, que sabían idiomas, más jóvenes, extranjeros..., pero el equipo pasó varios años sin ganar un título. Pérez acabó dimitiendo.

En aquellos años yo coincidía con él a la hora del café en un bar de oficinistas, empleados y albañiles, cerca de la plaza de Castilla, al que íbamos cada día. Su modesto coche, su anorak raído, sus compañeros de trabajo..., nadie diría que ahí estaba sentado un gran entrenador que ganaba millones y salía cada semana en la televisión.

En una ocasión, cuando le preguntaron a Fernando Fernán Gómez cómo dirigía a los actores en sus películas, se quedó muy sorprendido y dijo:

“- Yo he sido actor toda la vida y no he necesitado que nadie me dirigiera. Ya me sabía el papel. Por eso yo lo único que hago es decirles a los actores cómo se tienen que poner delante de la cámara para que salgan todos en el encuadre, y cómo tienen que moverse para no tropezar.”

Parece que Del Bosque dirigiera igual a sus equipos. Buenos jugadores y dejarles hacer lo que saben. Como los buenos cocineros: excelente materia prima, poco manipulada. Es uno de los más grandes, pero no tiene el egocentrismo de Mourinho, ni el autoritarismo de Capello, ni la finura de Wenger, ni la meticulosidad de Benítez, ni la sabiduría campechana y un poco bestia de Aragonés. No lo necesita. Se encontró un equipo que funcionaba y ganaba. No lo cambió, sólo lo retocó para mantener su calidad, así de fácil, tan fácil que muy pocos son capaces de hacerlo.

Estos días hemos admirado cómo, a pesar del acoso de los periodistas, mantenía la calma ante las cámaras y medios, hacía lo que le parecía mejor, encajaba las críticas, apenas si se alegraba o lamentaba en el banquillo por los lances del juego, le obedecían sin rechistar los mejores jugadores del mundo, a los que protegía de las críticas, los equipos más grandes le temían... Todo ello con una media sonrisa, mucha paz y una expresión en la cara bondadosa, que parece simplona, pero que oculta una gran sabiduría... Es uno de los entrenadores de fútbol más laureados del mundo, pero sobre todo es el más tranquilo. Pero ¿cómo lo consigue?

Se mantiene unido a su familia. Tiene un hijo con una enfermedad genética al que adora, al que ha dedicado su vida y que le da las mayores alegrías. Ama su trabajo y hacerlo bien. Supongo que sabe como nadie distinguir las cosas importantes de la vida de las que no lo son. Sabe que lo importante es levantarse por la mañana, estar vivo y luchar. Si no entra una pelotita en la portería, impulsada por unos atléticos jóvenes en calzón corto, no pasa nada..., y da igual que todo un país esté pendiente del dichoso balón (¡ese balón de playa!, ¿de dónde lo sacaron?). Si no entra y no puede dar una desesperada e inmensa alegría a millones de compatriotas que ayer sufrimos lo indecible, pues otra vez será. Eso es lo que hizo anoche y durante todas estas semanas: estar tranquilo, hacerlo bien. Gracias por su manera de ver el fútbol, míster. Y, sobre todo, por su manera de ver la vida. ¡Chapeau!

2 comentarios:

  1. Me ha encantado esta entrada.

    Yo tambien le doy las gracias a "este hombre tranquilo"...

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  2. Pues yo también me uno a la felicitación. Es un gustazo que mantenga su manera de hacer frente a tanta "salida de tiesto" que se ve por ahí...

    ¡Buen trabajo!

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