domingo, 25 de julio de 2010

LA TORRE DE BABEL

Todos ustedes habrán oído hablar alguna vez de la Torre de Babel. La primera noticia que tenemos nos la da el Génesis, en su capítulo XI. Luego diversos libros de los judíos enriquecieron el mito.

Los primeros descendientes de Noé viajaron juntos de un país a otro hasta que llegaron a una llanura en la tierra de Sinear y dijeron: “Vamos a coger ladrillos de fuego; nos construiremos una ciudad y una torre que llegue al Cielo y seremos una sola nación, no sea que nos dispersemos por el haz de la tierra”.

Pronto se elevó la Torre a setenta millas de altura, con siete escaleras en su lado oriental, por las que los peones de albañil subían a la cima; y otras siete en el lado occidental, por las que descendían.

Dios observó lo que hacían y pensó: “Mientras continúen siendo un solo pueblo, con una sola lengua, todo lo que proyecten lo realizarán... Confundamos ahora su lengua y provoquemos malentendidos entre ellos”. Hizo eso, y poco después la construcción de la torre cesó, pues si un albañil le pedía a un peón “dame mortero”, el peón le entregaba un ladrillo, con el cual el albañil mataba airadamente al peón. Muchos eran los homicidios que se cometían en la Torre a causa de esa confusión. La cosa llegó al extremo de que si un ladrillo caía de la mano de un hombre y se rompía, todos lamentaban su pérdida, pero si un hombre caía y moría sus compañeros ni siquiera volvían la cabeza. Por fin la obra quedó paralizada.

Los constructores se dispersaron en todas direcciones. Cada familia comenzó a hablar su propio idioma, eligió su propio país, fundó sus propias ciudades, se convirtió en una nación y ya no reconoció un gobernante común. A las ruinas se les llamó Babel, porque Dios confundió las lenguas de la humanidad y dividió a una nación en setenta.

Digo todo esto porque aquí llevábamos una temporadita en que los comentaristas políticos habían dejado de profetizar las mayores calamidades provenientes de las plagas nacionalistas del norte. Pero poco nos duró la tranquilidad, pues la maldición de la división, la lengua, las naciones y las banderas vuelven a hacer tambalear la Torre de Babel en la que vivimos, esta vez la discordia viene del noreste.

La cosa es que en este país no terminamos de dispersarnos y nos empeñamos en vivir en la misma Torre y la cosa tiene mal remedio. Y nos arrojamos ladrillazos y nos pegamos tiros. Si dejamos de matarnos, las víctimas también son arrojadizas, las del terrorismo, las de la guerra civil. Si bajamos el tono del conflicto, seguimos agrediéndonos con las banderas, la lengua, los impuestos, las leyes, las sentencias; si se trata de divertirse, también el fútbol y los toros se utilizan para fastidiar... Todo sirve como proyectil.

No sé qué pecado hemos cometido nosotros, pero parece que alguien nos ha condenado a no entendernos y nos ha enviado unos ángeles negros y terribles para que se dediquen a la política en nuestra Torre. Lo único que sé es que a estas alturas se me están quitando las ganas de seguir viviendo en Babel.

Mientras hago la mudanza, prefiero seguir pensando en términos míticos, y soñar que la humanidad una vez tuvo una lengua única, hoy perdida para siempre, pero que perdura, a rachas, en las sonoridades de cada lengua particular. Si hoy hablamos distintos idiomas, no olvidemos que proceden de aquella lengua común, esa con la que reímos, cantamos o decimos "¡ay!", "tengo hambre", "te quiero", "dame la mano"... El mito de la Torre de Babel es bastante desalentador, pues en él sólo caben dos opciones: tirarse los ladrillos a la cabeza o largarse cada uno por su cuenta. Pues bien, si pensamos eso, separémonos cuanto antes, y si no, pongámonos a buscar alguna solución menos traumática, pero ¡ojo!, que no sea arrojadiza y que sea estable, que ya vale de seguir empujando cada día al otro un poquito más, hasta la próxima embestida. Si ello no es posible, pues lo dicho, pero que sepan que para tirar ladrillazos o meter en el ojo el asta de una bandera, que conmigo no cuenten.

2 comentarios:

  1. Sabes , una de las primeras lecturas de mi infancia fue el Antiguo testamento...lo leía todas las tardes de verano , despues de comer , en voz alta ...sentada en un silla de enea para mi abuelita Maria.
    Con siete años sabía de memoria las historias de Noé, de Moisés , de Abraham...Siempre me encantó; como me sigue apasionando el Apocalipsis...y esa inquietante historia de la torre de Babel...

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  2. bueno, es correcto dicir que la torre de babel existio hasta mismo por que ya fue encontrado evidencias de estes monumentos, una cosa debemos ser consiente que nuestra fe no debe estar basada en evidencias arqueologicas, mas sí en la Biblia, pues esta es la palabra de Dios.
    que Dios os bendiga grandemente

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