viernes, 9 de julio de 2010

SOBREVIVIR A LA AVALANCHA.... Y SEGUIR ESCALANDO

Para Javier, Marta y Diego

Cuando alguien sufre una enfermedad grave y de larga duración, la persona más allegada a ella asume las tareas propias de su cuidado, compañía y recuperación. Es un trabajo duro cuando se prolonga muchas semanas, meses o años. Es como una impresionante escalada a un ocho mil. Hay que entrenar nuevas habilidades: “cuidamar” al enfermo, multiplicarse en tareas de soporte, sobrevivir... Pero hay una dificultad que solemos descuidar: se trata de los demás.

Cuando la calamidad hace explosión, viene seguida de un alud de manifestaciones de amor y de amistad. Al principio uno se aturde y la consternación de los demás refuerza nuestro sentimiento de autocompasión. Ante tanta muestra de amor y de amistad uno debería estar agradecido, y lo está. Pero a veces resulta lo contrario, tanta gente incomoda, tanta ayuda estorba, algo no funciona. Si no gestionamos bien la tropa de familiares y amigos que nos brindan su ayuda se corre el riego de morir aplastado por una torpe avalancha de ayudas inútiles, muestras de afecto inoportunas, visitas y llamadas agotadoras, buenas intenciones incómodas.

Es verdad que los familiares y amigos nos pueden aliviar de tanta carga y dar lo que necesitamos, pero existe un inconveniente, también esa faceta requiere habilidades y experiencia. Hay que saber aprovechar el enorme poder de ese amor en nuestro provecho. Si no, lo que debería ser gratitud se convierte en enfado y agotamiento. Uno se da cuenta de que todos quieren ser los primeros de la clase en la asignatura de ayudar, pero ¿por qué no hacen bien los deberes? Por si les sirve de algo la experiencia de un antipático, ahí van unos consejos:

1. El primer momento se suele vivir en el hospital. Todos tenemos metido en la cabeza desde el colegio que una de las obras de caridad es visitar al enfermo. ¡Quiten esa idea cuanto antes de la cabeza a todos a quienes conozcan! ¡No se crean nada!. Aquello se escribió hace dos mil años, cuando no había hospitales. Los que velan al enfermo bastante tienen con lo suyo, como para hacer de anfitriones. Los enfermos que están en el hospital necesitan descansar, no recibir visitas, sobre todo los primeros días. Díganselo a todos. Muchos no atenderán y se presentarán en el hospital sin avisar, inundándole de frutas, bombones o flores cuando el enfermo no puede comer y apenas hablar. Por supuesto, irán personalmente para sentirse reconfortados por su buena acción y estarán satisfechos de atender la llamada de lo que consideran un compromiso. Pero algunos sensatos reprimirán las muestras de su sincero cariño, hasta no estar seguros de ser útiles. 2. A las ganas de ayudar que todos tienen en estas circunstancias se suma su ansiedad por la falta de información, quieren saber qué pasa. Para evitar las llamadas constantes que colapsan el teléfono cuando más falta le hace a uno y le dejan sin batería, tecnifíquese: hágase una lista de contactos en su móvil, y manténgales informados de la situación del enfermo periódicamente, a través de sms. No se olvide de advertirles que no llamen, que volverá a informar. También ahora, algunos no le harán caso, pero ¡ánimo! ya sólo quedan los más pesados. Si apaga su teléfono, corre el riesgo de que muchos se presenten en persona.

3. Pero no se engañe: necesita a los demás. Por muy importante que uno se crea, no es el único que sufre por su ser querido. Los demás necesitan sentirse útiles y su ayuda será inestimable. Por eso, no se exceda en su labor disuasoria. Piense qué ocurriría si nadie le llamara o pretendiera ayudarle, si le dejaran sólo en ese momento. 4. No haga esfuerzos extraordinarios ni tome decisiones importantes en los primeros momentos. Ya tendrá tiempo de pensar las cosas que haya que cambiar. Ni su vida se acaba aquí, ni se hunde el mundo. Sólo hay un problema serio que requiere de decisiones razonables, teniendo en cuenta todos los factores. Ahora lo importantes es hacer sólo lo imprescindible en las próximas 24 horas.

5. Duerma, descanse, haga ejercicio, coma bien. En primer lugar, por uno mismo, y en segundo lugar, porque si se siente imprescindible y necesario (a lo mejor lo es), tendrá que estar en plena forma y no agotado o de mal humor.

6. Diviértase y encuentre distracciones a la menor ocasión. Los problemas y el miedo agobian tanto en esos momentos que lo mejor es aprovechar los resquicios y escaparse por las grietas que nos abra la desgracia para no hundirse.

7. Reserve sus llamadas y organice las visitas con quien usted crea que es mejor. A los demás dígales que su auténtica ayuda es que no vengan ni llamen. No se lo tendrán muy en cuenta porque pensarán “pobre, lo está pasando fatal”. Elija bien a los que se ofrecen. Tenga en cuenta los deseos del enfermo para seleccionar las visitas. Lo importante es él.

8. Nadie hace bien sus deberes si no se le dice cómo hacerlos. Reparta las tareas concretas que sean útiles de verdad, no lo deje a la iniciativa de cada uno. Dígales las pequeñas cosas que uno necesita: comprar medicinas, llevar los niños al colegio, preparar comidas fáciles de calentar, hacer turnos en el hospital o en casa, pasear al perro, pasar la ITV al coche, hacer la compra. Piense que nunca se ha visto en otra igual: le aliviarán de engorros y faenas molestas. El campamento base es imprescindible para el éxito. Si todavía siente que algunos estorban, háganles leer esto.

9. Si ha llegado hasta aquí ¡Enhorabuena!, ha conseguido sobrevivir a la avalancha. Cuando el enfermo vuelve a casa, las cosas se calman y la gente se olvida. La crisis ha terminado, los mensajes periódicos no son necesarios y las visitas se van espaciando. Nadie puede vivir en un “estado de emergencia” permanente. Todos sabemos que entonces empieza lo más duro, la reconstrucción de la vida perdida, la recuperación que a veces pensamos que nunca llega. El último tramo de la escalada, casi en solitario.

10. Debe ser conciente de que el resto es llegar a una gran cima, y sólo unos pocos subirán con uno allí arriba, durante los próximos días, semanas, meses... Al final quedará la familia más cercana y un puñadito de amigos. Descubrirá que algunos de los más dispuestos a tirarse al fuego para sofocar el incendio al principio, no fueron capaces de ir a traer un cubo de agua para apagar un rescoldo.

11. No se resista ante una enfermedad larga. Las cosas han cambiado y debe ir adaptando su vida a la nueva situación, será mejor para todos: horarios, costumbres, dedicación al trabajo, vida social y familiar. No pretenda dar de alta al enfermo antes de tiempo. La normalidad no consistirá en volver a lo de antes, sino encontrar un nuevo equilibrio en esa cuerda floja que es la vida. No se lamente por ello, pues el mundo que usted vivía resultó no ser tan sólido como pensaba. Ahora la familia y esos amigos de verdad le ayudarán como nunca.

12. Uno puede participar en la recuperación del enfermo y contribuir a que se sienta mejor. Con ello mejorará su estado de ánimo y conseguirá un ambiente más confortable. Hay que aprender un nuevo concepto de lo que es escuchar, de entender la depresión y la ansiedad, de acompañar y compartir la esperanza.

13. Llore cuanto necesite. Y acompañe en la tarea al enfermo si eso les alivia. Ante el cúmulo de problemas y desgracias, uno tiende a hacerse el fuerte, a reprimir su desesperación y a ocultar el llanto. Apóyese en los demás. A unos dígales cómo se siente. Otros querrán ser sus confidentes y sentirán preocupación por usted. Hágales saber que también les quiere, que por ahora tiene le ayuda necesaria, que en cuanto pueda les llamará. Ayude a todos a ponerse en su lugar. No les alarme con un excesivo mutismo, pensarán que está bloqueado o hundido.

14. Y sonría. Sonríales. Sonreír es muy bueno para uno mismo y no digamos para los demás. Tenga sentido del humor, les hará saber a los demás que lo suyo no es tan trágico. Verá reflejada su sonrisa en los rostros de quienes le rodean, y eso es mucho más agradable que ver caras tristes. Piense que un elevado porcentaje de enfermedades que antes eran incurables, ahora son tratadas con éxito. Algunos llaman a eso esperanza. Yo considero que sólo es una perspectiva razonable.

Si consigue desarrollar esa función social de manera eficaz encontrará una gran ayuda para la ingente tarea de cuidamar, sustentar y sobrevivir, que son las importantes de verdad. ¡Ah! Cada vez que supere una dificultad, no olvide celebrarlo.

César Pérez de Tudela
Manual de escalada

4 comentarios:

  1. dios mío... ese texto... eres tú!!!! nadie lo habría escrito mejor...
    de todas formas, que fácil (??????) es verlo desde el otro lado... el que SÓLO es amigo, se siente pequeño, le gustaría estar ahí siempre... aunque no se atreva a decirlo. sólo te reconforta estar abrazado al que sufre... sin ser pesado.

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  2. Vuestros abrazos y cariño siempre nos han hecho compañía..., incluso cuando los echábamos de menos. Y eso de SOLO nada, es importantísimo sentir la amistad y tener amigos, ¿qué hubiera hecho yo sin vosotros?

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  3. ¡qué elegante y qué inteligente pespectiva de la vida..¡siempre me asombras¡TE FELICITO

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  4. Lo voy a imprimir...EXCELENTE.

    Yo solo puedo enviaros el cariño de esta humilde desconocida, junto con muchos besos que me gustaria pudierais dosificar a vuestro antojo y necesidad...

    Marisa.

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