Este verano he sido feliz. Tenía la sensación de flotar en las alturas de un mundo plácido y despreocupado. Unos días después me veo en plena bajada vertiginosa sin que nada pueda hacer para evitarlo.
Y no hablo de la chorrada del síndrome post-vacacional, que a todos nos afecta en cuanto volvemos de las vacaciones y pensamos en tener que trabajar. Tampoco estoy hablando de ser ciclotímico, que como ustedes saben, es una forma leve del trastorno bipolar, en la cual una persona tiene oscilaciones en el estado de ánimo que van desde depresión leve o moderada hasta la euforia y excitación, pero permanece conectada a la realidad. Ni siquiera la tan cacareada crisis de los cincuenta tiene nada que ver en esto.
Hablo de cómo la vida nos va zarandeando de un lado para otro, del derecho y del revés, hacia arriba y hacia abajo, sin que podamos evitarlo. Desde que alcancé la edad adulta o la madurez, esa edad que ahora todos llaman juventud, tengo la plena convicción de que vivimos en una montaña rusa, montados en un vagón que corre por unos raíles de hierro.
Algunos, ambiciosos, piensan que lo importante es ir en el vagón delantero, llegar primero, superar a los demás. Otros, religiosos o intelectuales, presienten que el poder lo tiene un poderoso ser que decide quién entra en la montaña rusa y quién sale de ella, cuándo se acelera y se frena y cuándo se sube y se baja. Los felices y vitalistas gritan y levantan los brazos cuando bajan, y disfrutan de las vistas cuando suben, siguiendo el ritmo de la marcha. Los desgraciados cierran los ojos de miedo y se marean deseando que acabe el viaje, algunos gritan despavoridos. Al final a todos les llega el turno de vivir un poco de todo, ir delante o detrás, reír y llorar, rezar o rebelarse, el placer y el dolor.
Yo siempre había pensado que lo más importante de todo para vivir en esa montaña era el equilibrio: entre ingresos y gastos, entre lo público y lo privado, entre lo íntimo y lo conocido, entre el trabajo y el ocio, entre mi egoísmo y el de los demás, entre los amigos y la familia... Pensaba que toda esa carrera cuesta arriba era el único camino para encontrar, en la cima, la paz y felicidad, después todo sería como una suave pendiente, en la que todo fluiría como resultado de lo ya hecho y de lo que hemos llegado a ser. No fue así, pues tras cada altura vino la bajada, y tras varias subidas y bajadas no encuentro el remanso. Cuanto más subo y bajo por la montaña rusa más me doy cuenta que ese equilibrio sólo sería posible si todo estuviera parado, lo que nunca ocurre.
No corremos hacia ninguna meta y menos hacia donde pensábamos. Tanta velocidad es una estafa, nos impide lograr el equilibrio y la elogiada lentitud con los que únicamente podríamos apreciar las cosas buenas que encontramos en la montaña. Todos los momentos felices pasan inexorablemente de modo fulminante, y los vemos alejarse si miramos hacia atrás. Después de tanto zarandeo y en plena bajada tengo ganas de cerrar los ojos para que pase todo esto cuanto antes. Pero algo en mi interior me dice que debo seguir mirando hacia delante, prepararme para combatir el mareo en la siguiente curva, que por lo que se ve, tomaremos boca abajo, y esperar que pronto venga una nueva subida. Sí, me ha costado pero lo veo claro, el equilibrio no es tan importante si no se tiene con quién compartirlo. Bajando a tumba abierta en esta montaña rusa todavía puedo apretar su mano.
Mucha fuerza, ánimo,
ResponderEliminary un abrazo, aunque sólo sea virtual.
que maravillosos 10 días juntos.... suponía que iban a servir para cargar las pilas, tanta risa, tanto amor, tanta belleza a nuestro alrededor... pero veo que las pilas se agotan rápidamente.. creo que ha sido el mejor mes de agosto en asturias de toda mi vida, a pesar de que los dos últimos días han sido agridulces.. he llegado aquí sin fuerzas, voy como un robot al que le han introducido las instrucciones de las tareas que ha de hacer.. y una de las cosas que me dan un pellizco en el estómago es qué pasará con lulú ahora....en fin, si algo de fuerza me queda, la utilizaré para estar ahí, ya lo sabéis. os quiero mucho, y he sido muy feliz teniéndoos por arriba.
ResponderEliminarQuiero enviarte un abrazo más fuerte que nunca y apoyar tu siguiente impulso hacia arriba con todas mis fuerzas.
ResponderEliminarBesos de corazón.
Te leo una y otra y otra vez...
ResponderEliminarTe entiendo.
No dejes de apretar su mano...
Por mas que lo intento, no encuentro las palabras con que aliviar tanta pena, tanto desasosiego...
ResponderEliminarAl igual que Marisa, leo, releo y vuelvo a leer, una y otra vez....
Deseo fervientemente, que ese maravilloso DON que posée para escribir y expresarse de la forma en que lo hace sobre de sus sentimientos, le sirva para soportar los vaivenes de esa maldita montaña rusa.
Nunca me gustaron las montañas rusas.
Un gran abrazo para los dos
Se me ha colado un "de" que no me gusta nada.
ResponderEliminarLo borro, y ya está.
Y pido disculpas, por lo que pudiera parecer una frivolidad, que no estamos para estas cosas.
Mas abrazos.
Me quedo sin respiración cuando te leo, contengo el aliento... y pienso... todos vamos en esa montaña rusa, cada uno en su vagón..., unos detras de otros, intentando sortear las bajadas, los zarandeos... No estais solos... veo que muchos cruzamos los dedos...
ResponderEliminarTe he leído y mi alma se ha conmovido. Nunca me gustaron las montañas rusas, de pequeña jamás me atreví a subir en una, ¡ qué ironia!, ahora formo parte de ella, viajo en ella desde hace trece años, pero es ahora cuando noto más sus curvas, cuando noto más la cuesta abajo. Yo también espero resultados el lunes... Sólo quiero pasar el calor, dar la bienvenida al otoño...
ResponderEliminarSólo quiero, deseo, ser fuerte, que seamos fuertes para no caer. Un abrazo a L.
Muchas gracias a todas, pero no estéis tristes. La mayoría de nuestras bajadas (o bajones), son para tomar impulso en la próxima subida.
ResponderEliminarcomo me gusta como escribes .. ojala pudiera yo ayudarte .. impulsarte ... animarte en las subidas ... besos a todos .. y mi más sincero cariño
ResponderEliminarRecuerdo las autopistas americanas, rectas, interminables, monótonas, aburridas, cinco carriles en los que los vehiculos circulan a la misma velocidad constante, la vista de sus ocupantes perdida en el horizonte, ni una curva cerrada, ni un adelantamiento temerario, ni un cambio de rasante. Por el paisaje no disciernes si te encuentras en la costa Oeste, en Ohio o en Oregón. En las montañas rusas también están las subidas, las manos agarradas fuertemente a tu compañero de viaje, el vagón atestado de amigos que comparten las emociones, que te arropan en los momentos de incertidumbre, que te sujetan en las caídas libres y que estallan en carcajadas contigo cuando tras el triple looping con tirabuzón llega la recta en la que poder admirar el paisaje.
ResponderEliminarComo sabes...estoy un poco alejada estos días de los Blogs, la nueva casa, me tiene totalmente ocupada, ni siquiera abro el mío, estos días no tengo tiempo para mí, ni para MIS BLOGS preferidos, y hoy lo he abierto, y he leido tus reflexiones.....escribes maravillosamente....me gusta cómo escribes..........y yo espero...esperanzada ... un otoño tranquilo....como debe ser esta época del año que se acerca y que a mí tanto me gusta... Un abrazo Berta
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