domingo, 29 de agosto de 2010

CHATARRA

Han acabado mis vacaciones veraniegas por el norte, en las que he visto satisfechas mis aspiraciones de placer a base de las tres DDD (descanso, diversión y deporte), dentro de lo que incluyo también lecturas, excursiones, comidas ricas, baños en el mar, ver a los amigos, siestas en el jardín, buen humor, paseos por el campo...Por contraste a tanta actividad natural, uno de esos placeres ha sido cultural, urbanita y social. Se trata de la visita al Museo Guggenhein de Bilbao con dos personas cultas, simpáticas y encantadoras que Abril ha enganchado en su red. No las conocíamos personalmente, pero nos recibieron con una amabilidad que este antipático no merecía. Y recorriendo con ellos las salas de tan impactante museo, vimos varias exposiciones. Hoy quiero hablar de una de Robert Rauschenberg, llamada Cluts (despilfarro). La exposición consistía en objetos sobre todo de metal encontrados en desguaces, pintados de colores o no. Se trataba de salpicaderos de coches, tubos de escape, somieres, ruedas de bicicleta, señales de tráfico, tuberías retorcidas, rejillas de radiadores, bombillas y luces... El artista había ensamblado y expuesto todo aquello de manera irónica, como crítica de la sociedad actual, cuya superabundancia produce chatarra y desperdicios, que son como el símbolo de su cultura, objetos que un día fueron iconos del arte pop, movimiento del que el artista fue uno de sus primeros representantes. Si encontráramos esos objetos fuera de una sala de exposiciones, el único lugar al que destinaríamos esas obras de arte, sería el chatarrero. Sin embargo, la exposición me ha gustado y mucho, y me pregunto la razón.

Cuando tenía dieciocho años leía todo lo que caía en mis manos. En los años posteriores a la muerte de Franco (sí, he mencionado a Franco), los estudiantes, a la vez que descubríamos las cosas nuevas, teníamos la sensación de poder rescatar episodios de la reciente historia del arte, del cine, de la literatura o del teatro, que habían estado vedadas a nuestros padres. Se “estrenaba” El último tanto en París y Viridiana sin censuras, se editaba a D.H. Lawrence o a H. Miller, y se podían ver exposiciones de todo tipo, desde Francis Bacon, hasta los surrealistas o a los expresionistas abstractos. Para nosotros era una cultura nueva (aunque tenía décadas de reconocimiento mundial). Esa etapa se produjo en una edad en la que estába totalmente receptivo y mi sensibilidad todavía no tenía escamas, por lo que se pueden ustedes hacer una idea del impacto que tuvieron para mí aquellos mediterráneos recién descubiertos.
De aquella época conservo todavía un librito llamado “El arte pop”, en el que por primera vez oí hablar de Robert Rauschenberg, Jasper Jones, Andy Warhol (del que también vi todas las películas que se estrenaban) o Roy Linchestein. Esos artistas a finales de los años cincuenta empezaron a superar el expresionismo abstracto imperante hasta entonces en el mundo del arte. Descubrí la pugna entre lo abstracto y lo figurativo, sentí el impacto de aquellas obras de arte que se nutrían de imágenes de nuestra época y de sus estrellas de cine, que retrataban las ciudades modernas, los objetos que se consumían (como una lata de sopa, o una coca-cola), o los comics que se leían. También entonces estrenaron American Graffiti de George Luckas...
Ni que decir tiene que en aquel momento todo ese arte pop ya había pasado de moda. No en vano yo siempre he sido un opsímata. Pero todavía hoy, cuando visito las exposiciones de los artistas del pop, revivo la fascinación que me produjeron entonces. Decían que nada querían contarnos al mostrarnos esos objetos, que eran simples motivos para sus imágenes, negando todo significado a su arte. Quizá fueran sinceros, pero al ver la chatarra que muestra Rauschenberg, no puedo dejar de ver la crítica y rechazo a una sociedad despilfarradora, contaminante, consumista y superficial. Aunque no lo quisiera el autor, su obra transmite esas obvias ideas. Hoy todos somos conscientes que el humo de las ciudades no nos deja respirar el aire del mar o de la montaña y que sus luces de neón no nos dejan contemplar las estrellas del cielo, aunque, sin duda, tienen su belleza nociva y ellos nos lo hicieron ver.
Tras la visita al museo y la ciudad, volví a mi pequeño paraíso natural, verde y azul, a mis vacaciones y placeres, pensando agradecido en nuestros nuevos amigos y evocando con una sonrisa los recuerdos de mi juventud, pavorosamente perdida. Lo demás es sólo chatarra.

1 comentario:

  1. ¡Pero qué casualidad!, uno de estos días pasados yo también he disfrutado de las exposiciones del Guggenheim como nunca. Ha sido mi regalo en estas vacaciones, rodeada de chatarra para reflexionar, de estruendos cerúleos cargados de cromatismo, y lo más extraordinario, entrañable, y satisfactorio, personas a las que tanto admiro y quiero.

    Seguro que ni Serra, Bourgeois, o Koons, y menos Anish Kapoor, Rousseau, o el mismo Rauschenberg supusieron que podrían encontrarse algún día para hacer a alguien como yo tan feliz, aunque no es a ellos a quienes hoy quería agradecérselo...

    ¡Cuánto he disfrutado! Ha sido un verdadero lujazo.

    PD.: Me parece que quedan algunas otras cosas interesantes para ver por esta zona, más o menos vienen a mi cabeza unas trescientas, o así... ¿no resulta tentador?

    ¡Un besote!, C.

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