domingo, 5 de diciembre de 2010

EL CUADERNO DE LOS PLACERES


Dicen los sabios que el ser humano tiene inscrito en su interior, en su alma, un ansia permanente y absoluta de felicidad, o sea, de placer. Y esa necesidad tiene dos caras o aspectos. Uno negativo, evitar el dolor, y otro positivo, experimentar intensas sensaciones placenteras.

Siendo rigurosos, llamamos felicidad sólo a este último aspecto. El problema es que es muy limitada nuestra capacidad para proporcionarnos placer, mientras que nuestros deseos y nuestra tendencia al placer no tienen límites. En primer lugar, porque la sensación de felicidad se produce cuando satisfacemos las necesidades, pero esa sensación es muy pasajera, pues si persistimos en lo mismo, la sensación va haciéndose tibia, aburrida y desaparece con el tiempo. En segundo lugar, porque el sufrimiento nos amenaza en la vida por tres lados: desde el propio cuerpo, desde el mundo exterior y de las relaciones con otros seres humanos.

No nos extrañe, pues, que bajo la presión de tales posibilidades de sufrimiento, el hombre suela rebajar sus pretensiones de felicidad, y se sienta feliz por el mero hecho de haberse librado de la desgracia, por haber sobrevivido al sufrimiento. Cambian así el sentido del placer, por el sentido de la realidad. Por eso más temprano que tarde solemos llegar a la sensación de la nulidad de todas las cosas y la insuficiencia de todos los placeres para colmarnos el alma.

Así muchas han sido las escuelas de la sabiduría humana que nos han mostrado diferentes vías: la satisfacción ilimitada de todas nuestras necesidades (que prefiere el placer a la prudencia, y al poco se sienten las consecuencias); el aislamiento voluntario de los demás (que sólo nos previene del dolor que procede de los demás); los avances de la ciencia y de la técnica para lograr el bienestar de todos; las drogas; moderar la vida instintiva, los deseos y sublimar los instintos; amar y ser amado; esperar la felicidad en una vida futura al lado de Dios. Epicúreos, estoicos, orientales, religiosos, científicos, ascetas, chamanes..., nadie tiene la receta universal. Unos, más activos, hacen hincapié en trabajar en el mundo exterior para alcanzar lo que quieren; otros, más pasivos, buscan reducir sus anhelos para querer sólo lo que pueden alcanzar.

El designio de ser felices que nos impone el principio del placer es irrealizable, pero siento que no podemos ni debemos abandonar los esfuerzos por acercarnos a su realización. Hay muchos caminos, ya lo hemos visto, y cada uno busca por sí mismo la manera en que puede ser feliz, de acuerdo con su temperamento, con lo que pueda esperar del mundo exterior y con la fuerza que cree que tiene para modificarlo según sus deseos.

Yo por mi parte, ser propenso a las listas, he empezado a recopilar en un cuaderno de placeres, las cosas, las relaciones, las actividades y las ideas que me causan placer. La finalidad de ese cuaderno, es observar, recordar, hacer únicos y cuidar las fuentes de mi placer, para que no se sequen, y descubrir nuevos manantiales para mi sed. Cuanto más lo trabajo me voy encontrando que para mí resultan placenteras infinidad de cosas:

- Satisfacer las necesidades del cuerpo, y aquí incluyo mis cinco sentidos.
- Lo pequeño cotidiano, pero también lo grandioso.
- La sorpresa y la variedad, pues de mucho repetir lo placentero desaparece.
- La ilusión y la imaginación, que engrandece lo que está por venir, nos alegra al ver cómo lo vamos consiguiendo, y nos ayuda a soportar la carencia de lo que deseamos.
- La belleza, lo maravilloso y lo extraordinario, y aquí están todas las artes.
- Las costumbres y rutinas agradables.
- Jugar y hacer deporte.
- Estar activo, aunque sea en conseguir los pequeños objetivos del día cuya realización nos satisface, pues esa actividad nos distrae de otros deseos no satisfechos. Por eso es tan importante elegir bien a qué se dedica uno y poner en ello los cinco sentidos. Aquí identifico lo que me gusta hacer.
- Tener un entorno agradable con los demás: amor, amistad y buena vecindad.
- No compararse con el prójimo y poder confiar en él.
- La memoria, que nos permite el recuerdo de los momentos felices y nos hace olvidar, tramposamente, las desdichas.
- La libertad y el poder de tomar decisiones propias sobre lo que nos afecta.
- Escribir el cuaderno de los placeres.

En cada uno de estos apartados, la lista de placeres es interminable, pues de todo puede emanar placer. Y las tres fuentes del sufrimiento que eran el cuerpo, el mundo exterior y las relaciones con los demás, lo son también de placer y de felicidad. Pues las carencias, los dolores y los males, son propios de la inestable frontera de la vida, pero esa naturaleza escasa es la que nos hace más dinámicos y creativos, la que dio origen a la sociedad, que nos ayuda a adaptarnos.

Incluso me es agradable la imagen del dolor y de las cosas terribles, sea en la realidad o en la ficción, con tal de que no me hagan temer por mí mismo, porque he empezado a sospechar, con mi cuaderno de placeres, que todos ellos me ayudan a ahuyentar el miedo a esos males y dolores que amenazan nuestra existencia. Quizá la felicidad, como decía Eduardo Punset hace poco, sea ausencia de miedo.

2 comentarios:

  1. ¿Se puede considerar el placer como sinónimo de la felicidad? ¿Será por mi educación católica que al placer lo miro en menos frente a la felicidad?
    Creo que, también siguiendo a Punset, la felicidad se encuentra en la sala de espera de esa misma felicidad...y en ella no hay placeres sino al espera de la Felicidad, así con mayúscula, por total y absoluta (que no permanente)
    Pero ¿Que sería de este día largo, sin amor y sin trabajo, si no fuera por estos pequeños placeres cotidianos?
    Mi té de uva y la lectura de Antipático, como un descanso de "La Amortajada", un cigarrillo culpable y la memoria de la felicidad, suma de todos los placeres, como cuando miraba unos tratamientos dentales exhibidos impúdicamente en una sonrisa ida hace ya tantos años.
    Suma de presentes de soledad y miedo, con intervalos humanos y vivibles, hechos de pequeños placeres, que sin ser una petite morte permiten este trascurrir del tiempo que em meses y años veloces, se desgrana en dias que se hacen eternos.

    Gracias Antipático y el dolor propio y ajeno, al decir de Lewis, también puede ser un camino a la paz interior, hermana gemela de la felicidad y compañía maravillosa de las ultimas décadas de nuestras vidas.

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  2. Puede ser que la felicidad sea la ausencia de infelicidad, cuando desaparecen las contrariedades, las amenazas, los miedos, cuando entramos en esa paz interior... dulce y silenciosa, sin estridencias... luego... puntualmente en un momento, una emoción potente, un placer,un abrazo... acompasarte con el mundo como decía Papini en "El reloj parado a las 7"... y volver a la calma.
    Saludos desde S. Antipatico. P.

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