Abraham Moritz Warburg (1866-1929), mejor conocido como Aby Warburg, fue un historiador del arte. Nació en el seno de una familia de banqueros judíos alemanes de Hamburgo (Alemania). Por ser el hijo primogénito de Max Warburg, le correspondía a Aby hacerse cargo de la fortuna familiar, pero éste declinó en su hermano Max esa responsabilidad, asegurándose una disponibilidad económica para sus estudios e investigaciones y para comprar cuantos libros quisiera. Tenía trece años y ya adivinó que sus dos pasiones en la vida serían coleccionar libros y organizar de manera revolucionaria su colección.
No desaprovechó la oportunidad. Estudió filosofía, historia y religión en universidades alemanas, francesas e italianas. Viajó a América, donde conoció la cultura de las tribus de Norteamérica. Destacó por sus estudios acerca del Renacimiento italiano y el manierismo. Formó una de las bibliotecas más fascinantes del siglo pasado, a la que dedicó su vida. Su estructura sería reflejo de su misteriosa personalidad, como una especie de paisaje de círculos concéntricos, un laberinto orbital, una tela de araña organizada con criterios misteriosos, pues las estanterías reunían volúmenes sobre múltiples temas, como astrología, arte, filosofía, medicina o ciencia, que guardaban entre sí afinidades de lo más variopintas, motivos alegóricos, esotéricos, fórmulas matemáticas, etc.
Warburg fue el padre de la iconología moderna, una manera del estudio de la historia del arte que dirigía todo su interés al significado de la obra, al contenido de las imágenes, atribuyendo a los testimonios figurativos el papel de fuentes históricas para la reconstrucción general de la cultura de un período, entrelazando así, a través del subsuelo de la memoria el arte moderno con el pasado ancestral, primitivo o clásico.
Un trastorno maníaco-depresivo motivó que, entre 1921 y 1924, Aby Warburg fuera internado en un instituto psiquiátrico bajo el tratamiento directo de Ludwig Binswanger, uno de los psiquiatras más influyentes de su tiempo, autor del psicoanálisis adulto y seguidor de Sigmund Freud. Como ya habrán adivinado el sanatorio se llamaba Bellevue y estaba en Kreutzlingen.
El día 21 de abril de 1923, Warburg convenció a los médicos de la clínica para que le dejaran dar una conferencia sobre El ritual de la serpiente entre los indios, a los que conoció en 1895 en su viaje por el desierto de Arizona, Nuevo México, Santa Fe y Alburquerque. Contó que, de un modo ritual y con ocasión de la sequía, los indios se relacionaban con las serpientes venenosas en peligrosas liturgias con la creencia de que provocarían el rayo y la tormenta. En el ritual los indios se revuelcan entre los reptiles sobre un espacio cerrado y delimitado por pinturas de arena, y algunos incluso llegan a coger con la boca a las serpientes. Aquello le recordó a Aby la imagen del Laocoonte y sus Hijos. Muchos artistas de vanguardia llevaban acudiendo al arte primitivo africano u oriental para desarrollar sus propias imágenes. Él expuso que ese manierismo, que consigue crear a partir de las imágenes pasadas, requiere al artista sumergir su mente en el éxtasis y soltar la mano, perder el control, suspender su conciencia y llegar al límite de lo patológico. El eterno retorno de los mitos y los traumas, en el enfermo psiquiátrico y en el artista, nunca puede volver sin ser acompañado de los mitos y maneras de los cuerpos primitivos.
Warburg logró contar a los locos del manicomio como la serpiente mítica simboliza ese conflicto mental. Las coacciones sobre el hombre racional, que intenta superar las agresiones del medio, pero también la barbarie de la cultura. Warburg había sufrido ambas, la crisis maníaco-depresiva y la persecución nazi.
Yo supongo que su auditorio de locos y psiquiatras quedaría pasmado ante sus conclusiones. Ya imagino al doctor Binswanger impresionado, pues no en vano desarrolló estudios sobre los tres conceptos principales de la esquizofrenia: exaltación, excentricidad y manierismo. Otros no lograrían entenderlas, pero entre aquellos enfermos estaban Kirtchner y Nijinsky. Ellos habían sucumbido en la vida y en el arte al trastorno bipolar, que alcanzaron el culmen de la expresión artística de su tiempo, basándose en arquetipos y llegando al límite. Aquel excéntrico, historiador y millonario, había sabido penetrar el significado de su drama, pues ellos también habían dejado lo mejor que tenían, su mente, en pos de una vida para el arte.
Aquella experiencia con el ritual de la serpiente mítica trastornó los conocimientos humanísticos de Warburg, hasta tal punto que los confundieron con sus delirios esquizofrénicos. El historiador había propuesto a los médicos impartir la conferencia como prueba de su recuperación mental definitiva, hecho que los clínicos aceptaron de buen grado, confiados en que no lo lograría. Pero no sólo logró Warburg estructurar una lección magistral en torno al simbolismo primitivo en el arte, sino que pronto fue dado de alta para seguir trabajando en su biblioteca privada de Hamburgo, donde quería acabar su Atlas Mnemosyne, hoy Biblia de la iconología. Los madrileños todavía podemos visitar la exposición sobre esta obra y su influencia en el Museo de Arte Reina Sofía.
Murió en 1929. En 1933 justo antes de que los nazis consiguieran destruirla, los libros de su biblioteca fueron salvados in extremis por Fritz Saxl, uno de sus discípulos, y llevada a Londres, donde se fundó el Instituto Warburg, hoy todavía activo. Esta historia nos la cuenta Rafael Argullol en un artículo reciente, La biblioteca que escapó del fuego.
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