sábado, 26 de marzo de 2011

LOS AZARES DE LA MUERTE

El pasado día 24 de marzo se conmemoraba, en realidad aquí nadie conmemoró nada, el aniversario de la muerte del músico catalán Enrique Granados (1867-1916).

A raíz del éxito de la suite pianística Goyescas, la Ópera de París encargó a Granados una ópera. El compositor planteó la adaptación del material pianístico de Goyescas en obra lírica y se trasladó a una casa que el musicólogo Kurt Schindler le prestó en Suiza, donde terminó el trabajo. El estallido de la Primera Guerra Mundial desbarató el proyecto del estreno parisino, y el Metropolitan Opera House de Nueva York se ofreció para la primicia. Allí coincidiría con Pablo Casals, quien ensayó la obra con la orquesta. Enrique Granados estaba nervioso, porque había tenido toda su vida una gran aversión a los viajes por mar. Poco antes de embarcar comentó bromeando: “En este viaje dejaré los huesos”. Finalmente Enrique y Amparo, su mujer, se embarcaron. En una carta escrita a sus hijos durante la travesía y despachada en Nueva York, dice: “…debíamos estar navegando diez días y hemos estado quince. Unas cuántas horas de calma y el resto un temporal que no se acababa nunca. Creíamos que no os volveríamos a ver. Una tarde, vuestra madre y yo, nos abrazamos y rezamos para que Dios os guiara…”

En Nueva York comenzó enseguida una actividad frenética de preparativos, contactos y ensayos con la orquesta. Tal y como se había planeado, Pablo Casals ya había conducido los ensayos principales, y Granados y el famoso violonchelista ofrecieron un concierto en la “Friends of Music Society” antes del estreno de Goyescas unos días más tarde. Además, Granados grabó algunos rollos de pianola y tuvo una intensa vida social, ya que la sociedad neoyorquina consideraba como un verdadero lujo contar en la ciudad con un artista europeo del renombre de Granados, de manera que era invitado constantemente a cócteles y recepciones.

El estreno tuvo lugar finalmente el 26 de enero de 1916. El éxito fue apoteósico, y la duración de las ovaciones histórica. Granados escribió a un amigo: “Por fin he visto realizados mis sueños (...) Toda mi alegría actual la siento más por todo lo que tiene que venir que por lo que he hecho hasta ahora”. La popularidad de Granados subió hasta las nubes. Incluso el Presidente Wilson le invitó a la Casa Blanca. Este homenaje tendría, como veremos, consecuencias funestas para el matrimonio Granados. Para poder asistir a la recepción de la Casa Blanca, Granados tuvo que cambiar la fecha de regreso a España. Como consecuencia, tuvo que hacer un transbordo en Inglaterra. Al día siguiente el Embajador de España ofreció un almuerzo en su honor durante el cual le hizo ver el peligro de embarcarse en una nave de un país beligerante, por más civil que esta fuese. Granados se alarmó hasta el punto que intentó cambiar los pasajes, pero ya no había tiempo y su impaciencia por regresar a casa le llevó a persistir en la ruta mencionada.

Los Granados se embarcaron en el Puerto de Nueva York el 11 de Marzo de 1916. La despedida en el muelle fue muy emotiva, acudiendo muchos amigos. Le fue entregada una copa de plata conmemorando el estreno de Goyescas en Nueva York, firmada por todos los artífices del acontecimiento y con más de cuatro mil dólares en su interior. Tras una breve escala en Inglaterra, el 24 de Marzo a las 13:15h se embarcaron en el vapor Sussex. Hacia las 14:30 el Sussex fue detectado por el submarino de guerra alemán UB-29, que aparentemente lo confundió con un barco minador y hacia las 14:50 lanzó un torpedo que impactó en el medio del casco, partiendo al Sussex por la mitad. La proa del Sussex se hundió enseguida, mientras que la popa quedó a la deriva y fue remolcada posteriormente hasta el puerto de Boulogne. El camarote de los Granados se hallaba en la popa, y en él fueron encontrados sus equipajes y muchos objetos personales, pero es claro que en el momento del impacto el matrimonio se encontraba en otra parte del barco. Enrique Granados se lanzó al agua y fue izado al poco a bordo de una de las lanchas de salvamento, pero al ver poco después a su esposa debatiéndose entre las olas, se lanzó a rescatarla, siendo engullidos los dos por el mar. No sabía nadar. Su muerte fue tan romántica como su música.

En la catástrofe del Sussex perdieron la vida otras ochenta personas. Se sucedieron muchos homenajes a Granados después de su muerte, siendo posiblemente el más emotivo el organizado por Pablo Casals en el Metropolitan de Nueva York, en el mismo escenario en el que poco tiempo antes habían estrenado juntos Goyescas. Con toda la audiencia en pie, se interpretó la Marcha Fúnebre de Chopin, con las luces del teatro apagadas y el escenario iluminado únicamente por un candelabro colocado encima del piano. La muerte sorprendió a Granados poco antes de cumplir 49 años. Sin duda, le llevaba acechando durante meses, pues tuvo que recurrir a aquel cúmulo de casualidades para hacer su labor.

Por ironías del destino, el hijo de Granados, también de nombre Enrique Granados, fue campeón de España de natación de 100 metros libres en 1923, y nadó por primera vez en España en estilo crawl. Su mujer también ganó campeonatos de natación, y sus hijos, Enrique y Jordi - nietos del compositor - fueron también campeones de natación en las modalidades de fondo y medio fondo. Yo les dejo con un poco de su música.

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