domingo, 6 de marzo de 2011

ORDENANDO LA BIBLIOTECA


Sí, yo también soy de esos que ordenan y reaordenan sus libros constantemente. Hoy le toca el turno a los de cocina de Abril. Sí ¡ha vuelto! (a cocinar). Por cierto, si les gustan las dos cosas, los libros y la cocina, no se pierdan la exposición "La cocina en su tinta" de la Biblioteca Nacional.

5 comentarios:

  1. Qué callado te lo tenías...
    Gracias, amigo.

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  2. ...que buena noticia ...que vuelva a cocinar....Un abrazo Berta

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  3. ¡Qué maravillosa suerte para ti...disfrutar de sus deliciosos platos...¡


    "Y, desde esa estancia, dirigirse al condumio y al caldo, silenciosa y sosegadamente.El silencio es de absoluta necesidad a la hora del almuerzo, y el alma pacificante hace que la memoria olvide iras y agravios "
    ALVARO CUNQUEIRO "la cocina cristiana de Occidente "

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  4. Regenta, te estás convirtiendo en una insigne cunqueiriana. Eso me agrada. Permite que ponga un poco de pedagogía a tu erudición, pues sé que, como maestra, lo aprobarás.

    Esa estancia, ..., que lo sepan los curiosos, era la "cámara olfativa" de Paracelso, que fue lo que sirvió al Santo Oficio para decir dónde había, o no "olor de santidad", que es una mezcla de membrillo y rosa, muy delicada.

    La receta de tan maravillosa fragancia todavía la andan buscando los mejores gourmets del mundo. Algunos de ellos disparatan con su afán de novedad y pasmo.

    Se olvidan esos esnobs del paladar, que del gremio de cocineros están excluidos los liberales, porque no cabe en cocina el diálogo y hay que atenerse a la letra, a la santidad y a la veracidad de las recetas probadas: a veces innovar en una salsa sería como añadir unas pinceladas a "Las Meninas".

    Tampoco conviene aburrir, enorme pecado, pues no hay que olvidar que gracias a su curiosidad el ser humano ha celebrado innumerables hallazgos coquinarios, combinaciones sublimes del olfato y el gusto, del mar y la montaña, de las plantas y el fuego; cuando se consigue alcanzar la excelencia en el comer, los placeres que se viven, duran más allá de la digestión, pues perduran en el recuerdo. Esos momentos son ensalzados por la memoria, incluso durante años, hasta hacer que algunas ingestas especialmente felices no podamos volver a alcanzarlas nunca más.

    En fin, me voy a cenar...

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