viernes, 24 de septiembre de 2010

EL BUEN MAESTRO


Quiero contarles hoy una historia que acabo de leer. Trata de Jacques Cormery, un niño pobre, hijo de inmigrantes franceses que se habían establecido en Argel, huyendo de la miseria. A su padre lo mataron en la primera guerra mundial cuando él tenía un año. Su madre era sorda. Vivía en una vivienda muy humilde, con dos habitaciones y un retrete en la escalera común. Estaba en un barrio pobre de la ciudad. Dormía en la misma habitación con su madre y su hermano. En la otra dormía una abuela autoritaria. Durante los primeros años de vida comprendió que la pobreza, la invalidez, la estrechez elemental en que vivía toda su familia, si bien no disculpaban todo, impedían en todo caso condenar a las víctimas. Aprendió que los pobres son generosos hasta la prodigalidad, y que pocos son los siguen siendo pródigos cuando tienen medios para ello. Se dio cuenta de que entre el trabajo y la supervivencia, los pobres no tienen tiempo para el placer, pues los días se les hacen demasiado largos y la vida muy corta. Pero también sintió la deliciosa debilidad ante la belleza, que hacen que el mundo sea soportable.

Ese niño amaba la vida animalmente, y a ella se entregaba en sus juegos, en el mar, al sol y al aire, en la calle. Pero tenía siempre una desconfianza resignada frente a la vida, que pare regularmente la desgracia sin haber dado siquiera señales de estar preñada. Su cama, que compartía con su hermano, era el único refugio para el descanso, la soledad y los pesares.

Pero a ese niño, predestinado a la miseria y la infelicidad, le ocurrió una cosa extraordinaria: la escuela. Cuando creía que sería su último año de estudios, se encontró con un profesor, el señor Bernard, que amaba con pasión la enseñanza, los libros y que inculcaba a los niños, con sabiduría y amor, la pasión por la búsqueda de la verdad. Y se fijó en Jacques, por su inteligencia y capacidad, a pesar de ser bastante rebelde e inquieto. Un día, al final del curso, habían llegado al término del libro que el profesor les leía, Les Croix des bois. El señor Bernard leyó con voz más sorda la muerte del protagonista, y cuando cerró el libro en silencio, confrontado con su emoción y sus recuerdos para alzar después los ojos hacia la clase sumida en el estupor y el silencio, vio a Jacques en la primera fila, que lo miraba fijo, la cara bañada en lágrimas, sacudido por sollozos interminables, que parecían no cesar nunca.

-Vamos, vamos pequeños –dijo el señor Bernard con voz apenas perceptible, y se puso de pie para guardar el libro en el armario, de espaldas a la clase.

Aquel maestro, cuando acabó el colegio, convenció a la madre de Jacques, y sobre todo a su abuela, para que le dejaran seguir sus estudios en el liceo. Su familia quería que se pusiera a trabajar para que ganara dinero, pero gracias a su insistencia cedió. Le preparó para los exámenes de obtención de las becas. Consiguió aprobar. Ingresó en el liceo. Se apasionó por los libros. Culminó sus estudios. Salió de la pobreza.

Pasados los años, un día Jacques volvió a la escuela a visitar a su anciano profesor que ya se iba a jubilar. Estuvieron charlando un rato.

- Espera, pequeño –dijo el señor Bernard. Se levantó con esfuerzo, se acercó a un pupitre de escolar en el fondo de la habitación, cerca de la chimenea. Revolvió en un cajón, lo cerró, abrió otro, sacó algo.

- Toma –dijo-, es para ti.

Jaques recibió un libro forrado con papel de estraza y sin nada escrito en la cubierta. Aun antes de abrirlo, supo que era Les Croix de bois, el mismo ejemplar que el señor Bernard les leía en clase.

- No, no –dijo-, es... –Quiso decir: “Es demasiado bello”. No encontraba palabras.

El señor Bernard meneó su vieja cabeza.

- El último día lloraste, ¿te acuerdas? Desde ese día, el libro es tuyo. –Y se volvió para esconder sus ojos súbitamente enrojecidos.

También cuenta la novela otro encuentro posterior, entre profesor y alumno. Esta vez en Francia. Allí le contó agradecido lo que sentía por él. Le confesó cómo, cuando era muy joven, muy necio y estaba muy solo, se le acercó y sin mostrarlo le abrió las puertas de todo lo que amaba en el mundo.

- ¡Oh! Usted tiene grandes condiciones.

- Seguramente. Pero incluso los más dotados necesitan un iniciador. La persona que la vida pone un día en tu camino, ésa ha de ser por siempre amada y respetada, aunque no sea responsable. ¡En eso creo!

Esta historia, es uno de los bellos y emotivos episodios que contiene la novela de la que hablo. Se titula El primer hombre. Es totalmente autobiográfica. Jacques Cormery en realidad se llamaba Albert, Albert Camus, que en esta novela cuenta los primeros años de su infancia y adolescencia en Argel. No pudo terminarla, pues murió en un accidente de coche cuando estaba escribiéndola. El manuscrito contiene numerosas palabras ilegibles, frases sin terminar y errores. A veces cambia el nombre de los personajes y aparecen los nombres reales de su maestro, su hermano, su amigo, su madre, o incluso llega a hablar en primera persona. En esa primera redacción inacabada de la novela es donde se ve latir la vida misma del autor.

La historia del maestro que le inculcó el gusto por la literatura y le permitió salir de la miseria también es totalmente real. Su profesor en la realidad se llamaba Germain Louis. El 19 de noviembre de 1957, apenas recibido el premio Nobel, Albert Camus escribió a su maestro esta carta:

Querido señor Germain:
Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.
Le abrazo con todas mis fuerzas. Albert Camus

5 comentarios:

  1. A veces esa mano que saca de la miseria y muestra un libro...es la propia mano de Dios. ¡Que maravilloso relato¡
    A veces unas páginas y una mente inquieta sirven no sólo para escapar a los mundos imaginarios sino para construirse un mundo real,más vivible y sonriente, que el que le ha tocado en suertes.
    Y a distancia sideral de Camus, el Nóbel es también es ver la belleza, sentir el amor y pensar que ...después de todo uno también estaba invitado a esta fiesta...

    Quizá la más bella entrada de Antipático

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  2. Muchas gracias, Anónimo, por el cumplido. Pero la historia y su belleza son de Albert Camus. Yo solo soy un lector agradecido y un poco emocionado, que quería compartir una lectura maravillosa.

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  3. En mi casa hubo un caso real.
    La señora de servicio domèstico que tenìamos iba ,agradecida siempre a mi madre que se lo permitìa ,con sus dos hijas.
    Las niñas eran hijas naturales de un "señorconocido"que las habìa abandonado-ya que esta señora era su"amante"-en la ùltima miseria.
    Como desde niña he sido observadora me llamaba poderosamente la atenciòn la forma en que esta mujer se extasiaba con la mùsica clàsica trasmitida por la radio universitaria.
    Tambièn por la curiosidad de que"ante mi aporreo al piano para rendir mi último exámen musical" esta mujer se deleitara con mi "desastrosa interpretaciòn" de la MARCHA FUNEBRE DE BETHOVEN no la de CHOPIN màs fácil de gustar por su fàcil melodìa.
    Pasan los años y ,luego de mucho tiempo y mi distancia de la ciudad en que vivìa ,esta señora viene con su hija menor-ya una mujer grande-a saludarme por el fallecimiento de mi madre.
    Allí me entero que la niña menor era POETISA PREMIADA.
    Si uds hubieran visto el lugar en que se criò la poetisa premiada no lo creerían.
    Cuando comienzan los blog literarios en el INTERNET lo primero que hago es entrar a los blog de esta señorita y me encuentro CON TIERNOS RECUERDOS A MI MADRE QUE LE ENSEÑO SUS PRIMERAS LETRAS PUES LAS MAESTRAS DECIAN QUE ERA RETARDADA POR AUTISTA.
    Si ustedes leyeran los conceptos filosòficos en los escritos de esta niña y hubiesen conocido su orígen NO LO PODRIAN CREER.
    En mi caso solo pienso que la trama de su poesía la elaboró el telar de su madre con esos gustos musicales que llamaron poderosamente mi atención.
    No recuerdo persona culta de mi época juvenil escuchar mùsica con tanta dedicación y sin que nadie la viera.

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  4. Bonita historia Ana María, gracias por compartirla. Tiene la fuerza de haber sido vivida y no sólo leída, como la mía.

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