martes, 23 de noviembre de 2010

LOS HIJOS DEL TRUENO

Patrick Brunty fue un adusto pastor irlandés de familia muy modesta. Era ambicioso, tenaz y retraído. La pasión por el arte y la literatura alimentó sus sueños juveniles. Inicialmente fue aprendiz de tejedor y más tarde maestro de escuela. Llegó en 1802 a Cambridge para estudiar Teología y allí, influido por las lecturas clásicas, rectificó el apellido familiar y lo convirtió, inspirándose en el nombre de uno de los corceles de Helios, en Brönte que significa trueno.

Fue destinado como párroco al pueblo de Hartshed, en el condado Yorkshire. Dicho condado está al norte de Inglaterra. A primera vista, al contemplar ese paisaje en un día soleado de junio, podía parecer una amable campiña inglesa, con sus prados verdes y sus suaves lomas bordeadas por riachuelos. Pero ese espectáculo era un espejismo. Siempre estaba lloviendo, las nubes bajas todo lo cubrían con su siniestro manto y la vegetación, más bien salvaje, impedía pasear si no se conocían los escasos y estrechos caminos que existían entre el barro pantanoso. A menudo soplaba un fuerte y helado viento que hacían las caminatas para aquellos parajes muy inhóspitas. En los días cortos y oscuros de tormenta, si no eran los rayos, podían ser las alimañas las que acabaran con el caminante al que la noche le cogiera desprevenido en aquellos desolados páramos.
El reverendo Patrick fue a vivir a aquel lugar con su mujer, Mary. Tuvieron cinco hijas y un hijo. Consideraba pecaminoso el placer más inocente, hasta el punto de que alimentaba a su prole a base de patatas y quemaba los zapatos de sus hijas si le parecían demasiado elegantes. Este régimen de correccional no fue compensado por la ternura materna, puesto que la madre murió de cáncer en 1821, cuando la hija menor apenas si tenía un año. Poco a poco la viudedad y quien sabe si sus frustraciones literarias fueron convirtiéndole en un ser seco, intolerante y amargado. Sus hijos eran muy pequeños, en realidad componían una prole enfermiza y muy precoz. La familia quedó confiada a los ásperos cuidados de una tía materna. Allí se criaron los niños, de cualquier manera, en medio de los silencios y en las voces de aquella naturaleza, entregados a la lectura, al dibujo y a una serie de fantasías y juegos cuyo código secreto los transportaba a países imaginarios.

Cuatro años después, en 1825, murieron de tuberculosis las dos hermanas mayores (Mary y Elisabeth), a causa del deficiente trato recibido en el instituto de Cowan Bridge para hijos de eclesiásticos, centro docente al que Patrick Brönte había mandado a estudiar a las hijas.
En 1839, Anne, la hija menor, impulsada por el afán de crearse una vida independiente, trató de emplearse como institutriz y, durante los años pasados en calidad de tal en distintas casas tuvo la triste experiencia de trabajar en la misma casa en la que su hermano Branwell era preceptor, y de donde tuvo que verle expulsado por inmoralidad. El hijo varón fue el único a quien el padre, ante sus anomalías y defectos, había tratado con excesiva condescendencia, que contrasta con la rigidez que tuvo con sus hijas, siguiendo los principios imperantes en la época, que tendían a menospreciar el talento de las mujeres y frenar en ellas cualquier conato de independencia.
En 1842, Emily la siguiente hija en edad, fue mandada a estudiar con su hermana Charlotte al Pensionado Héger de Bruselas, para aprender francés, decididas a ganarse la vida con la enseñanza. Pero pronto tuvieron que volver a su casa por la muerte de su tía. Para Emily fue una época de amargo destierro, torturada por la nostalgia de su agreste país. Charlotte sin embargo volvió un año más tarde al pensionado, encontró un empleo y se enamoró del director, aunque ese amor no pasó de platónico. En 1844 regresó a Haworth, al hogar paterno, donde falló su proyecto de fundar una escuela.

Las tres hermanas Brönte, Emily, ardiente y reconcetrada, Charlotte, serenamente romántica y sutilmente irónica, y Anne, apacible y dulce, compartían la pasión por la poesía y la literatura; todavía adolescentes las tres muchachas escribían versos y relatos fantásticos (el ciclo narrativo Legends on Angria). En 1846, gracias al interés de Charlotte, publicaron una colección de versos de las tres hermanas: Poesías de Currer, Ellis y Acton Bell, seudónimos que coincidían con las iniciales de sus nombres y apellido. Sólo se vendieron dos ejemplares del libro. Aquellos versos no buscaban sino el desahogo de sus apasionados sentimientos en el arte.

Después de aquello, siguieron escribiendo cada una por su cuenta. Escribieron novelas. Anne: Agnes Grey, y La inquilina de Wilfell Hall; Emily: Cumbres Borrascosas, novela que apenas tuvo relevancia en su día y que hoy todavía se lee con pasión y escalofrío. Charlotte escribió El profesor, y después Jane Eyre.
Las desgracias no parecían querer abandonar a aquella familia. Su hermano Branwell, que las había retratado en el cuadro que ven, cada vez estaba más embrutecido y dado al vicio, debido al abuso del alcohol y del opio. Se daba a terribles accesos de cólera. Se parecía mucho al Headcliff de Cumbres Borrascosas. En 1848 murió de “delirium tremens”. Emily fue la que mejor le había comprendido. Cogió frío en su entierro y se metió en casa, negándose a que la viera un médico, a comer y casi a hablar. A medida que se consumía, soportó durante tres meses los dolores con duro estoicismo, y sólo dos horas antes de morir, después de haberse levantado y vestido penosamente, permitió que fuera llamado un médico.
Anne murió al año siguiente, con veintinueve, también de tuberculosis. Ante la inminencia de la muerte escribió una memorable composición lírica: Espero que con los fuertes y valientes.

Charlotte había obtenido un notable éxito con su novela Jane Eyre. Se sobrepuso al dolor y a la soledad, que quedaron reflejados en su novela siguiente Shirley; el eco de su amor insatisfecho reaparece en Vilette, al decir de los críticos su obra más madura, que se publicó en 1853. Ese mismo año murió el padre y su hija se casó con el asistente parroquial de su padre, el reverendo Nicholls. Su débil constitución, empero, no resistió mucho tiempo y murió en el primer embarazo en 1855, a los treinta y ocho años.

El reverendo Patrick Brönte, el trueno, tuvo la triste experiencia de ver morir a casi todos sus hijos. Su espíritu religioso quizá le deparara consuelo en su desgracia, pero también es probable que agravara su sentimiento de culpa por el mal que les hizo, por el amor que no les dio. Sin embargo, transmitió a sus hijos la pasión por el arte y la literatura. Y gracias a esa pasión estas hermanas extraordinarias superaron todas esas circunstancias, además de las que toda mujer tenía entonces para acceder a las actividades artísticas. Para poder seguir escribieron, escribieron desesperadamente. Crearon mundos tristes y desgraciados, llenos de adversidades, donde la gente amaba con pasión y sufría trágicas calamidades. Imaginaron mundos fantásticos. Invocaron a la muerte como única salida. Inventaron la felicidad en la esperanza, pues siempre llegaba, después del drama y del dolor. Su poesía está llena de sentimiento romántico.

Conocí a las hermanas Brönte, como supongo muchos de ustedes, a través de las películas que sobre sus novelas se hicieron. He sido su lector tardío e ignorante, pues desprecié ese mundo melodramático que representaban, hasta que cayó en mis manos Cumbres Borrascosas. Quedé subyugado. Y ahora que me entero un poco sobre sus vidas, y veo los terribles paralelismos con sus personajes, me hago muchas preguntas. ¿Acaso hay en la historia de la literatura ejemplo de familia igual? ¿De dónde sacaron la fuerza y el genio literario? ¿Acaso de la soledad, la tristeza y del desamor de aquella familia? ¿O de la fiera educación recibida? ¿De los páramos borrascosos de Yorkshire? ¿Quizá de la bondad que transmitió en sus genes una madre a la que casi no conocieron? ¿Su genio salió a pesar del padre, o gracias a él? No sigo. Tanto se ha escrito, hablado y filmado sobre ellas, que nada puedo añadir. Sin embargo, el misterio continúa. Acaso una de las maneras de resolverlo sea visitando el Museo Brönte, en Haworth, que está a trasmano de todos los caminos. Algún día haré ese viaje a Inglaterra y quizá me pierda por aquellos páramos buscando respuestas.

8 comentarios:

  1. El convidado de piedra23 de noviembre de 2010, 19:44

    Ningún libro me ha hecho llorar más a gusto que Jane Eyre. Siempre me ha parecido admirable que las hermanas llegaran a crear sus obras en el ambiente que tan acertadamente nos describe hoy, Antipático. Una prueba más de que la inteligencia y el talento siempre, siempre, brillan

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  2. Lo único realmente interesante del dia de hoy ha sido leer tu blog.Gracias.

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  3. Opjino lo mismo q la regenta. O quien sabe...quizás he tenido un día interesantísimo y ni me he enterado...que pena.

    Me encantan las hermanas Bronte. Sabes que durante un tiempo en el que participaba en una página llamada "amigos de la cultura" mi nick era BRONTE???...
    El mundo es redondo porque estamos condenados a encontrarnos en un punto...sin duda.

    Un beso.

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  4. ese "anonimo" anterior soy yo, Marisa, pero por alguna extraña razón no puedo entrar a través de mi cuenta de gmail (quizás la única razón soy yo misma, MarisaPato-sa)

    Marisa.

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  5. De Cumbres Borrascosas aprendí muy joven que no importan los años, los sufrimientos,los desprecios y los adioses, hay amores ( y lamentablemente odios) que son una maldición-bendición que dura toda la vida.
    Ahora sé, gracias a Antipático, que esta tierra y esta familia terrible inspiraron a la autora de este libro terrible y hermoso.
    Me sumo a quienes sintieron que este texto, tan maravillosamente escrito, fue lo mejor del día.

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  6. Para más información: "Vida de Charlotte Brontë" de Elizabeth Gaskell, publicada en 1857 y editada por Alba Clásica Biografías en el año 2000. Nacida en Londres en 1810 y autora también de "Ruth" (1853), "North and South" (1855), "Sylvia´s Lovers" (1863), "Wives and Daughters" (1864/66, inacabada a su muerte)..., fue invitada por Charles Dickens a colaborar en su periódico "Household Words" tras el éxito de su primera novela "Mary Barton" de 1848. En él publicaría los primeros capítulos de "Cranford" (1853), la más popular de sus obras, en la que describe el ambiente rural en que fue educada por su tía tras fallecer su madre.
    Un saludo.

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  7. Hablando de autores:
    El maestro Francisco Brines recibe hoy el Premio Iberoamericano de Poesia.
    "Hay veces en que el alma se quiebra como un vaso
    y antes de que se rompa y muera
    (porque las cosas mueren tambien )
    llénalo de agua y bebe "
    Nadie me ha hecho llorar como él mientras recitaba una tarde en Arenas de San Pedro.

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  8. ¡Dios mio que vidas tan desgraciadas!...no conocia la historia... me ha impresionado. En este día tan lluvioso y gris en S. es fácil imaginarse todos esos escenarios que describes tan maravillosamente...
    Saludos. P.

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