jueves, 10 de febrero de 2011

LA DUQUESA DE ALBA

Estamos siendo bombardeados estos días, una vez más, por los muchos dimes y diretes con que se andan los periodistas trompeteros de este país, acerca del noviazgo y futura boda de la XVIII Duquesa de Alba, llamada Cayetana. Es una de las mayores fortunas de este país. Unos se escandalizan con la relación de esta duquesa octogenaria, de nobilísima cuna, con un funcionario de Hacienda, que tampoco es precisamente una criatura. Otros dudan de la sinceridad del pretendiente.

A ninguno de estos reporteros dicharacheros oigo una reflexión, medianamente pensada, acerca de si la mujer en general, o esta en particular, debe retirarse cuando envejece, sin pretender el amor y sin recurrir a las zarandajas de la cirugía estética, dejando al hombre la imagen de la hermosa y alegre juventud. Los dioses, es indudable, no son amigos de la vejez. Todos sabemos que envejecer es una cosa bastante desagradable, por mucho que lo queramos embellecer con la supuesta elegancia de las canas o la triste hermosura de las arrugas. Es igual que reconocer que lo decadente tiene su belleza..., sí, pero no tiene ninguna gracia.

Por eso mismo, porque bastante malo es en sí hacerse viejo, no hace falta mortificarse en la desgracia que a todos llega, renunciando a placeres de los que todavía se puede disfrutar, aparte de los recuerdos. En cualquier caso, se estire uno las carnes y pellejos o los deje caer, se haga extraer grasas, bolsas y forúnculos o no, se tinte el pelo uno, o se replante el ya caído, eso de que los amantes no hayan de serlo porque son viejos creo que carece de sentido, por lo menos del sentido del amor que yo tengo.

Lo que es indiscutible es que la actual duquesa ha decidido militar, desde hace años, en el bando de los no resignados frente a la vejez. Por eso se ha sometido a tantas operaciones como le ha permitido su anatomía. Sigue luchando contra la soledad, compartiendo con otros hombres su alegría de vivir y ahuyentando el miedo a una muerte cada vez más cercana. Se quiere volver a casar por tercera vez. Se divierte cuanto puede, y no es poco: viaja, va a los toros, acude a fiestas, se viste de colores, se disimula, arregla y maquilla, se rodea de la gente que le gusta, disfruta del fabuloso patrimonio inmobiliario, cultural y artístico que ha heredado de su ilustre familia, y gasta en placeres su fortuna. Yo no puedo sino sentir una profunda simpatía por una persona así, por muy esperpéntica que pueda parecer y, pardiez que en ocasiones, lo parece. Pero lo que para algunos es locura chocha, extraviada y decrépita, a mí me parece una opción razonable, aunque no la única, es verdad.

Y sobre los rumores y maledicencias que corren sobre unos y otros, o sobre las miserias y codicias de herederos y allegados, prefiero no opinar, porque nada sé de sus asuntos, y si los conociera, con más motivo. Si alguna vez tuviera soluciones a tales problemas, las aplicaré a mi caso, pues dice el refrán que “en todas partes cuecen habas y en mi casa a calderadas”.

A mí, todo esto me trae a la memoria la suerte de una anterior Duquesa de Alba, la número XIII (1762-1802), que protagonizó otro supuesto escándalo hace más de doscientos años, del que todavía se escribe. La pequeña Cayetana, que también se llamaba así su antecesora en el título, vivió una infancia triste y dura, marcada principalmente por el desapego de sus padres, dados más a la vida licenciosa que a la familiar. Su padre murió cuando ella tenía ocho años, y su madre contrajo después varios matrimonios hasta que murió. Su abuelo la casó en 1775 con su primo, cuando ella tenía sólo doce años, y cuando cumplió los catorce, heredó todos los títulos de nobleza. Su vida fue breve pero intensa. Fue una de las mujeres más bellas de su época, esbelta, de ojos chispeantes y rostro delicado. Todos la admiraban. Tenía una espesa melena de rizos oscuros. Se movía con gracia y era una magnífica bailadora, sobre todo de seguidillas y fandangos. Le encantaba la moda de las majas y tenía gran gusto en el vestir. La decoración de su palacio, el de Buenavista, en la plaza de la Cibeles, era considerado una obra maestra de la decoración neoclásica, incluso por los visitantes franceses más snobs.

En 1796 ella enviudó sin descendencia. Murió con cuarenta años, consumida por una terrible enfermedad, el dengue, que se le complicó con tuberculosis. Desde entonces la descendencia de la casa de Alba pasó a los Fitz-James, que todavía la conservan, y su casa madre en Madrid pasó a ser el palacio de Liria.

El episodio más conocido de su vida fue un supuesto romance con Francisco de Goya. Se conocieron en 1780, cuando ella estaba en la flor de la juventud y el pintor en la cumbre de su fama. Parece que sintió una fuerte atracción por ella. Eran amigos. Pintó de ella varios retratos y se alojó como invitado en una de las fincas de los Alba, en Sanlúcar de Barrameda, unos meses después de enviudar la duquesa. En líneas generales eso es todo lo puede decirse de la relación que mantuvieron, a pesar de que le atribuyeron todo tipo de especulaciones: que si mantuvieron un romance en aquella visita a Sanlúcar, de lo que no hay constancia, o que si ella fue La maja desnuda, del famoso cuadro del pintor, lo que se ha demostrado que era falso. En realidad nada da pie a imaginar que esta gran belleza se acostara con el genio sordo que le doblaba la edad. Es probable que la verdad sea decepcionante y no hubiera roce sexual entre los dos. Todavía los historiadores especulan sobre el caso.

Quizá la memoria de la corta vida de aquella Duquesa del Alba haya espoleado las ganas de vivir de la actual. La pena del caso es que del asunto de antaño, si lo hubo, nos quedan los magníficos retratos de Goya, y del escándalo de hogaño, sólo quedarán lamentables retratos de los paparazzi. No habrá historiadores que se preocupen por ello, pues no habrá nada hermoso ni perdurable en el recuerdo. Sólo la eterna lucha de una mujer rica y vieja para sentirse viva.

3 comentarios:

  1. ......me ha divertido leerte ...y estoy totalmente de acuerdo con tu análisis sobre el amor en la madurez....por cierto yo si quiero que me nevíes tus escritos .."on line"..para tenerlos ...los quiero imprimir..... Un abrazo Berta

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  2. Los cuadernos que no están agotados, se pueden descargar gratis en el enlace que hay en "cuadernos del antipático" de este blog.

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  3. Buenas noches antipatico, veo que sigues escribiendo incansable, comparto tu opinión sobre la duquesa... descargaré tus cuadernos. Saludos desde S. P.

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