miércoles, 3 de febrero de 2010

ANTIPÁTICO ADOLESCENTE

Para Ana y María

En estos días se recuerda en todo el mundo a J.D. Salinger, que acaba de morir. Aunque ya había publicado cuentos maravillosos, al publicar su novela “El guardián entre el centeno” , se hizo mundialmente famoso. La novela cuenta la historia de un día en la vida de un adolescente, Holden Caulfield, que se escapa de un internado antes de las vacaciones. Publicó después otras dos novelas y desde entonces guardó un casi absoluto silencio. No voy a hablar ahora demasiado ni del autor ni de la novela, pero no dejen de leerla.

Esta entrada está dedicada a quienes, viendo su título, van a echarse para atrás con horror y probablemente salgan corriendo. ¡Otro rollo más de un viejo sobre la adolescencia! ¡Pero si no tiene ni idea! Sólo puedo decir: «¡Espera, sigue leyendo!, esto es una egoteca, sólo voy a hablar de mí, no de ti.»

Cuando yo era adolescente no sabía que la experiencia apenas es útil cuando realmente hace falta: cuando vienen los golpes del azar y de la vida; para lo demás la experiencia... no es tan importante. Por eso no voy a dármelas de sabiondo. Tampoco con los años me ha llegado la sabiduría.

Cuando yo tenía toda mi vida ante mí, con infinitas posibilidades, tenía que elegir: una chica, unos estudios, una profesión, una vida..., sólo confusamente me daba cuenta de que vivir es elegir, tarea que nunca se acaba de completar, y que elegir es descartar; a medida que voy eligiendo voy matando otras mil opciones de mi mundo, antaño lleno de posibilidades y de futuros maravillosos que ya nunca más serán posibles. Yo me preguntaba, ¿me espera a mi otra vida igual de frustrante que la de los adultos?

Cuando yo era un ser lleno de hormonas y neuronas, de deseos y aspiraciones, mis pensamientos parecían tener la profundidad y la lucidez que no veía en las cosas triviales y obvias, o directamente falsas, que decían las personas mayores para justificarse. Pero no sabía expresar esos pensamientos, que más bien eran confusos sentimientos.

Cuando a los quince años, me sentía viejo, experto y sabio sin necesidad de haber vivido, empecé a cuestionar todas las verdades y seguridades con que adornaron mi infancia: me parecían hipócritas, falsas. La cruda verdad se mostraba clara y rotunda a mi pensamiento. Años más tarde me sorprendí diciendo las mismas frases, y descubrí que las cosas no están tan claras, pues no hay pensamiento sin sentimiento, filosofía sin poseía, palabra sin carne, idea perfecta. Las ideas, al fin y al cabo, tampoco son importantes. Citaba aquí, hace poco, a alguien que decía preferir mil veces que abrazasen su cuerpo que sus ideas, yo también lo prefiero.

Cuando yo era un ser sensible y desgraciado, no era consciente de la realidad y de los sentimientos de las demás personas que poblaban el mundo exterior, que me parecía –y me sigue pareciendo– raro, injusto y hostil. Vivía con un egoísmo con el que, años después, tendría que transigir para poder convivir con los demás. Mi rebeldía fue silenciosa. 

Cuando desarrollé mi “personalidad”, sentía que ahí hallaría refugio, pues no encontraba un lugar donde aliviar el dolor. Esa personalidad única que yo creía tener, no era mucho más que mi carácter, que con los años cada vez reconocería más en mis padres y que esa “personalidad” era en buena parte heredada y moldeada en casa.

Con los años aprendí que no hay que tener miedo. Nunca hay que tener miedo. Hay que atreverse. Las elecciones que hice en la vida me cerraron puertas que, probablemente, nunca más pueda abrir; eso es verdad, pero también me abrieron otras que me llevaron a experiencias, lugares, oficios, amigos y amores irrepetibles. Aprendí que lo importante en la vida no es lo que se tiene, sino tener con quien compartirlo; que no merece la pena vivir si no es con amor. Por eso, ahora para mí no es tan importante el oficio que elegí como procurar hacerlo bien, con cariño, con el amor por las cosas bien hechas. Da igual si no conozco a muchas personas siempre que las relaciones que tengo sean satisfactorias y generosas. No existe la persona perfecta, no hay que perder el tiempo buscándola, y no descubriremos el lado amable de los demás si no nos paramos a conocerlos. Con amor todos mejoramos. Reservarse es estéril, uno siempre tiene aquello que da.

En aquellos años sufría una profunda soledad y aislamiento, pero ignoraba estúpidamente el amor y la amistad que los demás, igual que yo, estaban deseando compartir. Me encerraba en mi cuarto, aunque no llegué nunca al extremo de los hikikomori japoneses de hoy en día.


Pero ahora debo confesar la verdad: todavía estoy en ello, sigo teniendo miedo, cada día tengo más preguntas y menos respuestas, todavía no he llegado y no me pienso parar. No paro de aprender de los demás. Solo sé que he de elegir vivir la vida, tirar pa´lante, disfrutar los placeres y sonreír. Eso depende sólo de mí y no, como creen algunos, del mundo exterior. En definitiva, que todo lo que yo consideraba importante como la personalidad, la verdad, las ideas, la sabiduría o la experiencia, de nada sirven si no contamos con los demás, con sus abrazos y con la alegría. Es un secreto que me enseñó Abril, como tantas cosas. Del dinero hablaremos cuando lo tenga y sepa qué es eso.

Después de escribir todo esto veo que, efectivamente, ha sido otro rollo con recetas de las de siempre, lleno de tópicos y palabras manidas. Pero yo era un adolescente torpe, necesitaba recordarlo y darme estos consejos. Todavía me son útiles, pues sigo siendo torpe y además mucho más viejo. El tiempo es lo único irremediable que ha pasado en mi vida. Sé que muchos no son como yo y no sintieron estas cosas, no tuvieron dudas, no estuvieron solos ni sufrieron. Pero quiero creer que no soy un bicho raro, que somos legión los que pensamos o sentimos cosas parecidas, aunque no las digamos. Algunos incluso llegaron a escribirlas.

En aquella edad dolorosa de soledad y angustia me refugié en algunos de esos libros. El libro de Salinger me supo transmitir como nadie el sentimiento adolescente de ese chico que una vez fui y me hizo saber que no estaba solo. Desgraciadamente ese magnífico escritor, por las noticias que de él nos han llegado, no eligió sonreír y llevar una vida alegre. Tuvo una infancia desgraciada y no hizo felices a quienes le rodearon. Sufrió y provocó el dolor, conoció la crueldad, el desengaño y los complejos. Su novela tuvo un enorme éxito mundial, se hizo famoso y rico. Entonces eligió aislarse en su casa de los bosques, donde no permitía la entrada a nadie. A partir de ese día sus libros se publican, por mandato suyo, sin información alguna sobre su vida o persona, ni en las contraportadas, ni en introducciones ni en prólogos. Ese aislamiento incrementó su leyenda. Ahora que ha muerto tampoco le respetarán ese deseo.

12 comentarios:

  1. antipático, es una delicia como expresas lo que has sentido y sientes... lo que sentirás ya vendrá. Lo importante es que lo vivido te haya ayudado como dices en algo y la elección empieza desde por la mañana temprano, desde que tenemos 4,5 0 6 años y hasta la noche en la que la última decisión que tomas es "voy a apagar la luz" y a descansar de tanta elección, a asentar lo que hoy he vivido y aprendido... gracias por tener tu blog!

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  2. hola ... ¿sabes ? ... estoy realmente emocionada con esta entrada ...creo sinceramente .......que eres un ser digno de admiracion .... gracias por tu humildad , sensibilidad , por el amor y pasión que pones en cada uno de los renglones de tu vida ..y por favor ...da un beso a lourdes y di la que la quiero .

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  3. Me gusta leer cuando comprendo lo que leo. Que razonamiento más básico, verdad?, intento decir que hay personas que saben transmitir y a mi me gusta conmoverme con ello.
    Te parecerá una tontería, pero en este preciso instante en el que mi estado de ánimo, digamos no es un cáscabel, leerte me ha hecho bien. Me he sentido identificada en muchas de tus reflexiones y recuerdos.
    Mi hijo mayor, 21 años, me pide consejo. Elegir no es fácil, pero hay que hacerlo, es doloroso, pero es inevitable.
    La resignación es una palabra que me horroriza.

    Ahora la que divaga soy yo, imagino "antipático" que hoy te ha tocado a ti ser mi terapia.

    Un placer leerte. Gracias.

    *Espero que quieras escribir el capítulo de la madurez.

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  4. Yo también digo que ha sido un placer leerte, que da gusto leer las cosas cuando las entiendes a la primera y con una sencillez exquisita y que me hubiera gustado ser el autor de esas palabras que comparto y siento como mías pero que soy incapaz de saber desarrollar. Me siento identificado con muchos de los puntos que has expuesto y debo de decirte una cosa... de todas las críticas, crónicas o recomendaciones sobre el libro de Salinger que he leído, ninguna me ha hecho sentir las imperiosas ganas de leerlo como tus palabras.

    Un abrazo, antipático y dale un beso a Lourdes de mi parte

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  5. Al parecer, de todas esas cosas que nos planteamos en la adolescencia, la única verdad que mantendremos siempre es que nunca dejaremos de "estar en ello".

    Creo que cada virtud lleva su defecto consigo y al revés, y que cada curiosidad nos hace más humanos y a la vez más ignorantes y hambrientos de rellenar todos los huecos que encontramos en nuestra propia esencia.

    Y también creo, como tú, que nada importa si no podemos compartir lo más íntimo, porque encontrar que los demás sienten y se preguntan las mismas cosas que nosotros, aunque tampoco encuentren la respuesta idónea, nos ayuda a sobrellevar nuestra insignificancia y soledad. Supongo que por eso es tan gratificante darse cuenta que hubo, hay y habrá más personas, reconocidas por algún rasgo sobresaliente, que también han deambulado entre esa espesa niebla que conforma la búsqueda de un razonamiento coherente para cada cuestión.

    Y... cómo seguimos hablando hablando de ti y no de Salinger, también te diré que me siento identificada con tu entrada de hoy. ¡Sabe bien compartir pensamientos y experiencias!

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  6. Bien está que os haya gustado este desparrame, más bien sentimental, de confidencias adolescentes. Gracias a todos por vuestros comentarios. Pero insisto: es mucho mejor leer (o releer) a Salinger.

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  7. Suerte que saliste de la adolescencia, yo me hayo sumergida en ella. No sé si será la crisis de los cuarenta, pero cada día ando más lunática, abstraída, evadida. Dándole mil vueltas al porqué de las cosas, viviendo sin vivir en mi. Replanteándome, reinventándome, rompiendo moldes que ya no sirven ¿Esto se pasa como el acné?
    Y en cuanto a los abrazos, no tienes más que pedirlos, su efecto curativo está científicamente demostrado.

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  8. yo no lo he leído , pero acabo de comprarselo a mi hija mayor de 14 años...el dia 7 es su cumple ..según soy yo seguro que le quito el papel de regalo y lo leo a escondidas antes que ella ...

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  9. Vuelvo a leer el guardián entre el centeno y espero impaciente que salgan a la luz otras obras de Salinger.
    La adolescencia es un territorio dificil de explorar...

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  10. ES una entrada estupenda. Me uno a Helene, yo todavia no he salido de la adolescencia, ahora que lo pienso debo ser una inconsciente, miro y veo toda mi vida ante mi, como si todo fuera posible ... como si aún tuviera infinitas posibilidaes de elección... soy igual de torpe ... creo que tengo que madurar. Cuidate antipatico.

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  11. Muchas gracias por esta entrada. Acabo de leerla. Soy un adelescente que estaba intentando buscar una respuesta a mis extraños y nuevos sentimientos de rebeldía, soledad, aislamiento o enfado que a veces afloran en mi. No entiendo por qué los tengo ahora, siempre he sido un chico muy risueño, alegre, simpático, abierto a los demás,... Al menos leerte me ha ayudado a ver que hay más personas que sienten lo mismo que yo siento ahora. Leere tu libro recomendado, muchas gracias.

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