lunes, 24 de mayo de 2010

LA PINTURA OCULTA

Hace unos años leí un libro de David Hockney, llamado “El conocimiento secreto”. Se trata de un ensayo en que el artista británico nos va desvelando las técnicas utilizadas por los grandes maestros de la pintura. Básicamente defiende que muchos artistas occidentales utilizaron la óptica (espejos y lentes o una combinación de ambos, la cámara oscura, la cámara clara...) para crear proyecciones vivas. Sobre todo a partir del siglo XV.

La tesis del autor es que alrededor de 1430 en Flandes se produjo la aparición de la óptica en la pintura, aunque los espejos y lentes existían antes. Otros artistas vieron los resultados y de inmediato quedaron impresionados. La influencia del nuevo arte se extendió. El conocimiento de cómo hacerlo era objeto de los rumores de los artesanos del gremio. La noticia se divulgó, pero el “secreto” se guardó más o menos en el norte de Europa, hasta que en 1480 se envió a Florencia el “Tríptico Portinari” de Hugo van der Goes y comenzaron a extenderse las pruebas de óptica en el arte italiano. Leonardo escribió sobre la cámara oscura en su tratado “Sobre la Pintura”, el conocimiento secreto se desveló.

La cámara oscura fue el modelo por excelencia de la óptica: por un orificio (como la pupila) practicado en una habitación o en una caja entra la luz exterior, que se proyecta sobre la pared de enfrente o sobre cualquier superficie interpuesta (como la retina), con la ventaja de que la imagen proyectada es plana. El pintor, introducido en la cámara ve proyectarse en su interior la imagen que ve a través de esa ventana, y con la ayuda de lentes y espejos, la proyecta sobre el lienzo y la copia. Por eso, cuando se extiende la técnica en la pintura flamenca, hay tal profusión de retratos del busto de personajes, del que sólo se ve el busto enmarcado en una ventana.

Mientras leía sus teorías, profusamente ilustradas con todo tipo de ejemplos, se me iba haciendo patente que en esa época histórica se produjo una enorme transformación en la técnica de la pintura, consiguiendo representaciones sumamente realistas de retratos, tejidos, objetos, cuando pocos años antes todavía contemplábamos la tosquedad de muchas pinturas de los maestros anteriores. Todavía hoy quedamos sorprendidos por el enorme realismo y vida de esas pinturas. El descubrimiento de la perspectiva, que se produjo en el Renacimiento supuso otra revolución. El uso de la óptica, por supuesto, no excluye que los grandes maestros la superaran dotando a sus cuadros de sentimiento y vida con su arte.
En su obra, Hockney nos va desvelando cómo se utilizaban de esas técnicas en un pintor tras otro a lo largo de la historia, y qué rastros iban quedando en sus obras. Con la aparición de la fotografía, en el siglo XIX, tales técnicas fueron cayendo en desuso, a medida que la pintura se alejaba de su afán figurativo, función cada vez más innecesaria en la pintura, y emprendió un camino (impresionismo, cubismo, abstracción, arte conceptual...), que muy bien no sabemos a dónde va. Hoy, olvidadas por todos los pintores, esas técnicas vuelven a ser un conocimiento secreto y olvidado, pues ni historiadores ni críticos investigan, sólo valoran y opinan.

Unos años después, visité en el Museo del Prado una exposición denominada “El trazo oculto”, en el que se desvelaba cómo, utilizando técnicas de reflectografía (una especie de radiografía de los cuadros) se podía conocer su origen y cómo habían sido pintados, los pentimientos de los artistas, qué había tras las capas de pintura visibles, la técnica que utilizaban. Era muy interesante aquella exposición que enseñaba lo que se había detrás de lo visible, las figuras rectificadas o tapadas, pero lo que me produjo un escalofrío de emoción y de placer fue contemplar, hace un par de años, los nuevos talleres y laboratorios del Museo.

Mi amigo John consiguió que una conservadora del museo amiga suya nos enseñara el Prado un lunes, día de descanso en el que está cerrado al público. Pudimos contemplar a solas y en silencio algunos de los tesoros que guarda, lo que es sumamente recomendable. Especialmente memorable fue la visita a los laboratorios donde radiografiaban los cuadros y analizaban sus materiales antes de restaurarlos. Pude ver en la radiografía con infrarrojos los fantasmas que custodiaban a "La Condesa de Chinchón", el cuadro de Goya, que no eran sino dos retratos de cuerpo entero, dados la vuelta, sobre los que había pintado el retrato de la Condesa triste; también pude ver en un microscopio electrónico las mil capas de una pintura de Velázquez, que parecían los estratos geológicos que ilustraban mi libro de ciencias del bachillerato.

Cuando finalmente entramos en el taller de restauración pude ver, desmontados, fuera de sus marcos o de sus bastidores, sobre mesas de trabajo o caballetes, unas cuantas pinturas. Eran nada menos que “El Duque de Mantua” de Tiziano, “El carro de Heno”de El Bosco, “El Martirio de San Bartolomé” de Ribera, y una Anunciación. Los restauradores estaban manipulando, limpiando, curando aquellas pinturas que tenían siglos. Al tenerlas tan cerca sentí por un momento el “aura” que el artista había impregnado en ellas, la devoción casi religiosa de poder respirar a unos centímetros de aquellas obras de arte. Debe sentirse una gran emoción trabajando aquí, pensé. Acabó la visita y nos tuvimos que ir de aquel lugar, pero me hubiera quedado allí muchas horas más.

7 comentarios:

  1. ...como he disfutado leyéndote...creo que sabes ..que EL CONOCIMIENTO SECRETO es uno de mis libros favoritos.....¡¡¡¡ lo he leido varias veces....me parece maravilloso....tu comentario...como siempre...brillantísimo...¡¡¡¡

    me encantaron también tus ...niños perdidos...¡¡¡¡ Un abrazo Berta

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  2. ¡Qué envidia tu visita a los laboratorios del Prado! Me hubiera encantado estar ahí, con vosotros, observando las entrañas de ese cuadro que irradia tanto misterio.
    Sin tanto glamour, pásate por la exposición "Restauramos" del museo de Bellas Artes, está hasta el 19 de Julio.

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  3. Unas de esas maravillosas listas que coleccionas estaba dedicada a "Sitios de Madrid que me gustan ".
    El museo del prado es uno de los sitios de Madrid que más me gustan a mi.La riqueza que atesora es de tal calibre, que aunque se visite una vez al mes , nunca defrauda.
    No puedo ni imaginar lo que se debe sentir al contemplar esas maravillas casi intimamente.
    Considerate afortunado, Antipático

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  4. Magnífica y esclarecedora aproximación al mundo siempre apasionante del verismo en la pintura. La búsqueda incesante de la recreación de la realidad para que el ojo del espectador la «lea» sobre el cuadro, aunque sea de forma vicaria, ha sido una constante a partir de que el artista apartara sus ojos de lo divino y los posara sobre lo estrictamente humano, sus dimensiones y su belleza... Y como mencionas, en 1839, la invención del daguerrotipo daba al traste con la quimera de aprisionar el mundo sobre el lienzo o papel, pero abría de par en par la puerta a que la expresividad más sincera iniciara nuevas sendas.

    Y comparto tus sensaciones en El Prado. Por suerte, sólo tengo que atravesar un par de puertas para disfrutar de parecida magia en el estudio de Cata ;)

    Un abrazote

    Jose

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  5. he tenido que dejar de leerte, me he puesto verde de la envidia, y que magnifica exposición, el libro lo dejare para el verano.
    Un abrazo de los que se dan a los que siempre te enseñan algo.

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  6. Yo quiero hacerte una pregunta, aun a riesgo de que pueda parecer "machista" (que término tan feo por Dios!!!), ¿crees que los hombres escriben mejor que las mujeres?, ¿hay diferencias determinantes entre unos y otras?.
    Es un recurrente tema de discusión entre mi marido y yo. Así que he pensado - Marisa, por qué no le preguntas al Antipático- seguro que él tiene algo interesante que decir. Porque como muy bien ha dicho Isabel, eres muy didáctido y eso me encanta.

    Esta entrada es magnífica.

    Un besín para ti y mogollón para Lourdes.

    Marisa.

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  7. Bueno, no creo que se pueda afirmar una cosa así, ni la contraria. Hay mujeres y hombres que escriben, y unas personas escriben mejor que otras, pero nada tiene que ver el sexo en ello.

    Puede que el sexo influya más en los temas que se eligen, en el tono y en el enfoque con que se abordan, pero eso no significa que un tipo de escritura sea mejor que otro. De hecho, muchos libros, si no supiéramos el nombre del autor, es muy difícil decir qué sexo tiene el autor. De los homosexuales, ni hablamos..., que son multitud en la historia de la literatura.

    Históricamente es verdad que la mayor parte de los escritores conocidos son hombres, pero eso se debe a otros factores externos al hecho en sí del sexo: falta de educación de las mujeres, falta de independencia, etc...

    Pero hay notables excepciones. En el antiguo Japón de la era Heian, las dos grandes obras de la literatura clásica, "El libro de la almohada", y la "Historia de Genji", fueron escritas por mujeres, eso sí en una lengua que se tenía por inferior, el japonés, pues los hombres escribían siempre en la lengua clásica, que en aquella época era el chino. Nada memorable que escribieran los hombres en el Japón del siglo X se recuerda hoy, aunque escribieran en chino.

    Virginia Woolf, en su libro "una habitación propia" defendía que si no había habido en el pasado un Shakespeare mujer, había sido por la falta de autonomía económica de las mujeres, y su falta de acceso a la educación, y porque no tenían una habitación en casa donde aislarse. "Pero -decía- dadle una habitación propia y 500 libras de renta al año, y en unas pocas generaciones habrá tantas escritoras reconocidas como hombres".

    Hay casos muy flagrantes de esa sumisión: mujeres que se supeditan al hombre y dejan de escribir (Zenobia Camprubí y J.R. Jiménez), o mujeres que escriben como negro para su marido, que era el único que firmaba aunque su mujer fuera quien realmente escribía (Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga).

    Supongo que esto no responde a tu pregunta, pero es todo lo que se me ocurre decir, a bote pronto.

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