sábado, 19 de junio de 2010

SUS SECRETOS MURIERON CON ÉL

Antonio Stradivari nació en 1641 en la ciudad de Cremona, Italia. Cuando se inició en el arte de fabricar violines, los lutieres formaban parte de una tradición cuyos modelos para el tallado de la tabla, la tabla armónica y el clavijero de los instrumentos de cuerda eran los que había establecido Andrea Amati un siglo antes. Sus discípulos se mantenían fieles a estos maestros de Cremona. Probablemente Stradivari fue desde 1667 uno de los aprendices de esa casa, regentada entonces por Niccolò Amati. Aunque existían libros sobre el tallado de estos instrumentos, el aprendizaje y la formación técnica implicaban el contacto directo con los instrumentos y la explicación oral transmitida de generación en generación.

En 1680 instaló un taller por su cuenta en la Piazza San Domenico de Cremona, en el mismo edificio que su maestro, y pronto adquirió fama como hacedor de instrumentos musicales. Comenzó a mostrar originalidad, y a hacer alteraciones a los modelos de violín de Amati. El arco fue mejorado, los espesores de la madera calculados más exactamente, el barniz más coloreado, y la construcción del mástil mejorada.

Aunque fue un innovador, el taller de Stradivari tenía también reminiscencias del pasado, con sus oficiales y aprendices, entre los que se encontraban sus hijos Omobono y Francesco, quienes no se casaron y pasaron toda su vida adulta en la casa de su padre como sus siervos-herederos.

Normalmente la tarea de los más jóvenes consistía en el trabajo preparatorio, como impregnar de agua la madera, moldearla toscamente y cortarla de manera aproximada; los oficiales de nivel superior realizaban la talla más fina de la tabla, montaban el clavijero; mientras que el maestro se hacía personalmente cargo del ajuste final de las partes y el barnizado, última capa protectora de la madera y garantía final de su sonido. Pero Stradivari estaba presente en todas las fases de su producción. El maestro andaba en constante movimiento por el taller, y se ocupaba en persona de los detalles más insignificantes de la producción de sus violines. Son conocidas sus espectaculares rabietas, sin parar de dar instrucciones y lanzar broncas. Ello era debido a su afán de perfección y a la pasión con que fabricaba sus instrumentos, que le llevó a decir en una ocasión: “hacer un violín por debajo de mi máxima capacidad, sería robar a Dios, pues Él no puede fabricar un violín de Antonio Stradivarius sin Antonio”. En cualquier caso, ahí está el legado de cultura material que nos transmitió. Es un ejemplo de hasta dónde puede llegar un artesano en su pasión por las cosas bien hechas, con su sabiduría y dedicación, como de si un perfecto amante se tratara.
Sus instrumentos se reconocen por la inscripción en latín: «Antonius Stradivarius anno» Además de violines, Stradivari construyó arpas, guitarras, violas y violoncelos, más de 1.000 instrumentos en total, según estimaciones recientes. Más de 500 de ellos se conservan actualmente. Se considera en general que sus mejores violines fueron construidos entre 1683 y 1715, superando en calidad a los construidos entre 1725 y 1730. Los auténticos Stradivarius se distinguen por sus finísimos acabados, su madera de extrema belleza tornasolada y su sonido inigualable.

En la decadencia económica general de la década de 1720, y a pesar de la fama que había alcanzado su taller, tuvo que reducir costes y gran parte de su producción quedó sin vender. Después de 1730, muchos violines fueron firmados «Sotto la Desciplina d'Antonio Stradivari F. in Cremona [anno]», y fueron probablemente hechos por sus hijos. Antonio Stradivari murió en Cremona el 18 de diciembre de 1737 y fue sepultado en esa ciudad. Sus hijos se esforzaron inútilmente por revivir el taller, que finalmente se fue a pique. No pudo transmitir ese arte que impregnaba los mil pequeños movimientos cotidianos, que llegaron a convertirse en hábito, y que se agregaban a la práctica de los miembros del taller, que eran controlados exhaustivamente por la individualidad y la originalidad del maestro. El conocimiento tácito de su arte se perdió. Sus secretos fueron enterrados con él.

Hoy los stradivarius son sinónimo de excelencia irrepetible. Ha habido muchos intentos de imitar la calidad del sonido de estos instrumentos. Existen muchas teorías acerca de cómo fueron construidos. Muchos creían que el barniz usado por Stradivari se hacía con una fórmula secreta que se perdió al morir su creador, pero exámenes de rayos X y análisis de espectro en la superficie de los violines revelaron que todos fueron sometidos a cambios en su estructura (especialmente el mango, el cordal y las cuerdas), y a menudo lo único que queda del trabajo original es el cuerpo mismo, que fue rebarnizado periódicamente.

Otra teoría dice que el punto clave fue el tiempo que tomó secar las maderas de arce y abeto con que están construidos; esto también fue desmentido estudiando la fibra de la madera. Las líneas fueron comparadas con modelos de árboles que vivieron en esa época y se pudo determinar el tiempo de secado simplemente tomando la diferencia entre la fecha de construcción (que era dejada por Stradivari en una etiqueta en el interior del instrumento) y el cálculo de cuándo había sido cortado el árbol. Esto reveló que la madera se había secado durante no más de 20 años, y no 60 ó 70, como se creía.

Otros piensan que el período de frío extremo que sufrió Europa en los años en que Stradivari vivió, una especie de mini-edad de hielo, pudo ocasionar que los árboles que crecieron durante esa época desarrollaran una fibra más compacta y con una mejor calidad mecánica sonora. No obstante, existen instrumentos construidos en la misma época, con madera de los mismos árboles, que no lograron la magnificencia de un Stradivarius.

Cabe mencionar también la conocida teoría del árbol de Stradivari, la cual señala que el mismo Stradivari encontró un árbol dentro de un río; del enorme tronco de este árbol creó algunos de sus más renombrados instrumentos. Esta teoría se encuentra justificada a través del concepto de vibración que adquieren los materiales con el tiempo. Se dice que la propia madera adquirió la vibración del río, lo que le da un sonido único e irrepetible. Claro está que esta teoría puede estar basada en un intento por incorporar a la historia de la fabricación de los instrumentos un aspecto mas poético.

Finalmente, otra teoría más reciente fue resultado de los mismos análisis de espectro en la superficie y en parte de la viruta residual obtenida del interior de un Stradivarius con sistema endoscópico. Estas pruebas revelaron la presencia de partículas metálicas muy pegadas a la madera, lo que podría sugerir que el gran maestro hizo un fino tratamiento a las maderas que usaba con disoluciones de sales metálicas, lo cual habría conferido a sus instrumentos la fuerza y riqueza de sonido que tanto se aprecian.

Sea como fuere, el sonido de sus instrumentos conservados es sinónimo de perfección, y definen lo que un violín o un violonchelo pueden legar a ser, qué es posible, y propone un modelo que, una vez que se ha oído, resulta imposible de olvidar, como Antipático no olvida el concierto al que le invitó José Peris, en sus años universitarios, para escuchar un concierto de cámara en el Palacio Real de Madrid, en el que se tocaba con la colección de Stradivarius más grande del mundo, conocida como Quinteto Palatino (tres violines, una viola y un violonchelo stradivarius), que se conserva en la biblioteca de palacio, y que podemos escuchar aquí.

2 comentarios:

  1. Desde luego estos instrumentos tienen algo mágico. Supongo que se fabricaron con una mezcla de amor desmedido por ellos y una excentrica necesidad de hacerlos perfectos. Hace mas o menos un año llevé a mi hija al Palacio Real y estuvimos contemplandolos fascinadas. Reconozco que nos costó salir de la sala.

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  2. ¡Maravillosa teoria la del árbol¡¿quizá un tejo de una fria garganta ...?

    ....puntual y esperada ha llegado como el verano, tu preciosa carta y el libro.Mil gracias..

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