martes, 14 de diciembre de 2010

MALSINES Y SICOFANTES. VENECIANOS Y MODERNOS


Muchos de ustedes, como yo, supongo que habrán tenido noticias del escándalo que está generando en todo el mundo WikiLeaks (WikiFiltraciones o WikiFugas en español). Parece que los dueños de esa organización están fomentando que surja una nueva casta mundial de malsines, delatores, soplones o incluso sicofantes, que de todo debe haber en ese mundo incierto, que en vez de dar sus informes al poder, o custodiar los papeles que tienen a su cargo, los airea por Internet.
Ante todo hay que recordar que la cosa de los espías y soplones no viene de ahora. El fenómeno de los malsines y sicofantes tiene antecedentes remotos. La novedad hoy radica en que estas filtraciones, estos nuevos soplones, no están teóricamente al servicio del poder, sino que muestran beatíficamente a los ciudadanos las vergüenzas, las indiscreciones, los asesinatos y las corrupciones de los gobiernos y los poderosos.
“No me gustaba cavar, y mi abuelo ya vivió de la soplonería”, dirá en Las Aves de Aristófanes, un chivato que servía además de testigo falso en los procesos. Burckhardt, en su Historia de la cultura griega decía que el funcionamiento del sistema griego requería “un tropel invisible de sicofantes”.

Y tanto o más importancia que en Atenas, tuvo la soplonería en la República de Venecia. Una vez consolidado su régimen oligárquico, y para salvaguardar ese poder de los estamentos patricios de la ciudad, instituyó el Consejo de los Diez, especie de servicio de inteligencia que utilizaba métodos sumarísimos, que estaban incluso por encima del gobierno de la república, y que abortaba todo intento de subvertir el orden establecido. Estas conspiraciones eran muy frecuentes en Venecia. El período de un Dogo Corriera fue considerado como banal, porque no hubo en él ninguna conjura. El Consejo de los Diez se alimentaba de los informes de los espías, los confidenti y de las denuncias, con frecuencia anónimas, que se depositaban en la célebre Bocca del Leone. Lo contaba Carlos Diehl en su libro Una república de patricios. Venecia. Allí, los primeros días de septiembre, hacían una suelta de espías. Pero Cunqueiro amplía la noticia. Al parecer, había espías de tres clases: alertas, relatores y quietos.

Primero estaban los alertas o vigiles, que se deslizaban en la sombra, dominaban ingenios de espejos para ver lo que pasaba dentro de las casas, conocían el lenguaje del heliógrafo y eran sicofantes patentados. Goldoni en una de sus comedias saca a uno de estos alertas venecianos que mientras estuvo en activo no pudo tener hijos, pues toda su energía la ponía en la vista, tanto que queriendo ver una vez una moneda que un desconocido daba a un piloto que salía para Chipre, y por la moneda saber la nación del forastero, puso tanta fuerza en mirar, que se rompieron los cristales de la ventana a través de los cuales fisgoneaba. Un alerta veneciano llamado Posapiano –es decir, Andaquedo–, fue destituido porque soplaba sospechas de parientes, los cuales pasaban unos meses en la cárcel y al salir repartían el premio del chivatazo.
Un tipo diferente, eran los relatores, también conocidos como rumores. Tenían que saber “Historia de las conspiraciones” y actuaban como agentes provocadores de conspiraciones antiguas. Don Francisco de Quevedo, para la suya, había comprado, según probó Astrana, siete relatores, y pagando España por su duque de Osuna, Visorrey de Nápoles, la conjura, Quevedo quería hacer creer a los venecianos que eran los franceses, pagados por los turcos, los que querían meter unos suizos portadores de la peste en la ciudad. Don Francisco se las vio y deseó para escapar, pero no hallaron ni rastro de él cuando le buscaron.

La última clase de espías eran los llamados quietos, como los agentes de las grandes potencias de hoy, se dedicaban a vigilarse unos a otros. Estos eran unos espías tan secretos que no sabían si lo eran o no. Guasti ha dicho que estos agentes tenían por objeto inmovilizar la imaginación de los conspiradores venecianos, quienes gastaban mucho tiempo en averiguar si entre ellos había un quieto, y si lo había tras qué conjura andaba. Unos que se reunían en Verona fueron muy sospechosos. Pero durante ochenta y siete años no se dio con ellos.

Al fin, un día cualquiera, un alerta encontró en un baño de sal para la carne de cerdo, el cadáver de un anciano desconocido. Se consideró que aquel era el último de los conspiradores de Verona y se cerró el asunto. En el expediente se escribió: “conjura perpetua de unos desconocidos para derribar por sorpresa el Gobierno de la Serenísima e imponer el monopolio de la cebolla de Dalmacia”. Se corrió por Venecia que abierto el cuerpo del anciano por el cabo sangrador de las Lanzas de San Marcos, estaba lleno de cebollas rojas de Dalmacia.

Con los soplones anónimos e impunes nunca se fue a ninguna parte. No hacen bien a nadie: ni a los ciudadanos a los que espían, para que los gobiernos los dominaran, ni a los gobiernos que los pagaban y a los que acaban traicionando.

Y habrá que ir buscando un nombre para estos nuevos soplones, quizá también calumniadores, a los que todavía no han encontrado nombre apropiado. La primera reacción ante las noticias que se filtran es sonreír, porque todos, pensemos como pensemos, vemos con el culo al aire a los políticos o países rivales, y nos dan argumentos para criticarlos, pues hay para todos.

O si lo pienso un poco más, no me fío de estos tíos, algo me huele mal. Filtran esas noticias quienes se valieron de ellas un día. Me pregunto ahora, ¿quiénes son?, ¿por qué ahora?, ¿qué poder o riqueza no consiguieron con sus secretos que ahora quieren venganza?, ¿quién les paga?

No quiero acabar sin proponer otro juego barroco, que el anterior ha sido muy breve. Averigüen donde está el mensaje cifrado en esta entrada, en cuyo texto está mi opinión de lo que está pasando. Antipático de plata para el primero.

7 comentarios:

  1. lo siento...no sé donde está el mensaje cifrado...y además no sé lo que significa MALASINES...¡qué torpeza la mia ¡

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  2. Yo tampoco (ambos). Cual es A.?
    Un saludo
    Cristina

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  3. El convidado de piedra17 de diciembre de 2010, 17:51

    manipulación

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  4. El diccionario de la RAE dice:
    malsín (no malasín): cizañero, soplón
    sicofante: impostor, calumniador

    Y una pista para los despistados, el mensaje es un acróstico

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  5. Convidado de piedra ha dado la respuesta: manipulación.

    Enhorabuena, eres el Antipático de plata del mes. Ah, y perdona porque he suprimido accidentalmente tu comentario

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  6. Perdonado, y muchas gracias. Te diré que la plata me gusta más que el oro

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  7. Me acabo de topar con una frase de Andrés Trapiello, que no me resisto a compartir aquí: Si lamaramos a alguien sicofante (la manera que tenían los modernistas de llamar al importor) parece que le estuviéramos honrando.

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